Si hay un lugar de la tierra en el que la poesía se empeña en volver una y otra vez a su primigenia relación con la música, es Corrientes. Esa poesía que cuenta, describe, denuncia, nos hermana con los aedos homéricos, con los lejanos cantores-improvisadores que no
buscaban el verso exacto, el detalle preciso en la memoria, sino que recreaban
las historias cantadas cada vez que la ponían en verso, reteniendo lo esencial
del mensaje y cumpliendo una función ritual y social a la vez. Allí es donde viene a insertarse Julián Zini, introduciéndose en ese espacio ancestral, y por ello no es sólo pa´i en el sentido que ha tomado este
vocablo en el guaraní moderno (el de “sacerdote”), sino que es también karai en el sentido en el que se refiere
Helene Clastres en La tierra sin mal:
un portador nómade de la palabra sagrada, que va de pueblo en pueblo llevando
las ñe´e porâ, las bellas palabras
que sólo él puede transmitir. Pa´i Zini
es nuestro karai viajero, el que
lleva el canto como un aedo y que es recibido en cada lugar que quiere escuchar
su mensaje. Por eso este poeta correntino se ubica en los confines de la
separación de la poesía y el folclore.
Julián Gerónimo Zini Gallardo nació en Paraje El
Centinela, Ituzaingó, en el 29 de septiembre de 1939. De chico su vida
transcurrió “orillando el Miriñay”, en el departamento de Monte Caseros, y de
allí marchó a Corrientes y La Plata para seguir sus estudios teológicos y
ordenarse sacerdote en 1963. Radicado luego en Mercedes – donde ejercía su
labor pastoral –, Julián Zini se acercó durante la década del `70 al Joaquín
“el Gringo” Sheridan y Julio Cáceres, quienes formaban un grupo que acabaría
siendo Los de Imaguaré. Las canciones que nacieron de la confluencia con
Cáceres, con Sheridan, Tito Gómez, Romero Maciel, Mario Bofill se sostienen por
su propio peso, adquiriendo algunas de ellas el carácter de himnos
chamameceros; por ejemplo Compadre qué
tiene el vino, o Avío del alma, o
La cruz de la pobreza.
Simultáneamente a estas dos actividades, la de la música
y la religión, Zini realizó una profunda investigación sobre la cultura popular
de la región guaranítica y de la provincia de Corrientes, que lo llevó a
conocer en profundidad la obra de Antonio Sepp y del sacerdote jesuita
Guillermo Furlong entre otros, y a valorar las manifestaciones de la
religiosidad popular – como la de la Cruz Gil y otros santos y venerables de la
gente de la región – y adoptar una actitud de apertura hacia estos cultos. Fruto de esa intensa labor nacen innumerables libros escritos en soledad o en
colaboración, como ser Ñande Roga Mercedes Corrientes (1991), Camino al
chamamé (1994), La Pura y Limpia Mamá Ama de Itatí, Nuestro canto (2000), El árbol
de nuestra identidad (2000), Avío del alma (2006), Memoria de la sangre (2006 y 2008) y Chamamé un modo de
ser (2007). Posteriormente Zini será
destinado como Vicario episcopal para la Cultura en el Obispado de Goya, y
formará su propio conjunto Néike Chamigo
con el que sigue actuando.
La obra de Zini goza de una circularidad propia de quien sabe cuáles han de ser sus caminos por recorrer: la identidad correntina, el chamamé, la religiosidad católica y popular, el éxodo rural. Por ello en cualquiera de sus libros puede uno internarse indistintamente en estos tópicos; la suya - una obra fundamentalmente ensayística y poética - es una obra vital y enraizada en estos pilares, que son los que forman "el árbol de nuestra identidad" según su propio decir. Por ello esta vez en lugar de salpicar aquí y allá de diferentes libros, nos centraremos en uno solo que a la vez habla por todos: Nuestro canto.
El libro Nuestro
canto, prologado por Bernardo Ranalletti, está estructurado en cinco
secciones, cuatro de ellas con ocho poesías cada una y la última con un largo
poema de 36 estrofas que hace un resumen y cierre de todo lo antes expuesto.
Muchos de los poemas que en el libro aparecen son ampliamente conocidos por
formar parte de los recitados que
realiza Zini con su conjunto, o por formar parte del repertorio de grupos como
Los de Imaguaré e Integración, entre otros tantos grupos. Estructuralmente
hablando, hay una predominancia entre sus poemas del endecasílabo, verso de
largo aliento que aparece muchas veces junto a otras formas de la poesía en
lengua española. La rima es asonante, con la característica particular de que los
versos impares suelen ser de acentuación grave y los pares de acentuación
aguda; esto cumple dos funciones: la primera es la de dar más fuerza al remate de la estrofa, la segunda la
de facilitar el cierre con vocablos en guaraní, donde predomina dicha
acentuación:
Yaguarón, rostro amable de la Tierra,
la provincia de Vera y allí mi Taragüi;
Juan Torres, el Tupi,
Fray Luis Bolaños,
Y esa Cruz que alumbró el arazatí.
(…)
Con más de cuatro ejércitos anduve
repartido en mis ganas de servir;
y fui primera lanza en esa guerra
que enlutará mi suelo guaraní.
Aún me cuesta entender tan mucha muerte
y no me cicatriza todo el dolor aquel;
quisiera saber bien quiénes me usaron,
quién inventó esa guerra y para qué.
(Memoria de la
sangre)
Hay que aclarar por supuesto que todo el uso de recursos
estilísticos en la obra de Zini está orientado no al embellecimiento puro y
raso de la palabra poética, sino que
subordina la construcción estilística al proyecto político-cultural que
lo acompaña; la poesía en Zini busca
ser ese enlace entre el pasado y el presente con miras a una construcción
superadora, y por ello es que a la hora de analizar su poesía debemos recurrir
a dos tradiciones organizadoras del discurso oral, ampliamente imbricadas: la
de la retórica y la de la homilía.
La tradición de la retórica nos adentra en el mundo
griego clásico, donde era fundamental tener un manejo profundo del arte de convencer
por medio de la palabra para lograr el voto a favor de los conciudadanos. El ágora, asamblea en plaza pública, era
una de las instituciones principales de los griegos, y allí los hombres
importantes tomaban la palabra uno por vez para pronunciar su agón, en donde exponían su posición, que
luego era sometida a voto. En textos que se remontan a la antigüedad preclásica
ya aparece esta modalidad, como en los del antes nombrado Homero. En su Ilíada vemos continuamente a Agamenón,
Néstor, Aquiles y Odiseo debatir en la asamblea sobre cómo seguir llevando
adelante la guerra contra Troya. De los griegos esta tradición de la retórica
pasará a los romanos, donde será utilizada en sus tribunales y como recurso
adscripto al derecho, por lo que abundarán los maestros en este arte del buen
decir, el principal de ellos Quintiliano. Finalmente en la tradición medieval
se irán estableciendo unos preceptos a partir de los cuales se organizará el
discurso oratorio.
Lo central en la retórica es lograr la persuasión del auditorio; ello se logra
apelando a diferentes recursos de estilo que organizan el discurso, siendo los
elementos estructuradores más universalizados los siguientes:
1- Exordio. Es la primera parte
del discurso, y “tiene por objeto preparar el ánimo de los oyentes para que
presten su atención y benevolencia”:
Con permiso, que traigo mis amigos
florecida en un canto mi verdad;
esta hermosa y doliente verdad del
alma mía
que hace tiempo les debo, y aquí está.
(Memoria de la sangre)
2- Narración. Es donde se exponen
y narran los hechos de los cuáles se propone hablar el orador. Aquí enumera,
describe, relata; ya se ha ganado a su público que lo escucha atento:
Primero
nos podaron el idioma,
porque
éramos indiada
y
hablar el guaraní fue y es pecado,
porque
es cosa de menchos, guarangada.
Después
vino la Moda, y procuraron
quitarnos
esta traza;
esta
forma de andar de antigua hombría,
que
tenemos de bota o de alpargata.
(Nuestro canto)
3-
Argumentación.
Aquí es donde el orador presenta pruebas, refuta lo que otras sostenían en
contra suyo y confirma lo que él ha venido afirmando a lo largo de su discurso:
Pero
que no se equivoque
en
su avance triunfalista,
puede
estar globalizado
y
tener toda la guita,
pero
que vaya sabiendo
que
San Martín es Consigna
y
hay Cabrales y Andresitos
que
han de jugarse la vida.
(Malvineros)
4- Peroración. “Es la última
parte del discurso, y su objeto es reforzar las impresiones producidas y
presentar las cosas desde el punto de vista más favorable, ya recapitulando las
principales razones, ya moviendo definitivamente los afectos”:
Hay
que volver a ser Latinoamericano
y
hay que tratar de ser Universal,
pero
en base a seguir siendo Argentino
¡ese
hombre nacido y crecido en la patria del pan!
(Provinciano desterrado)
La homilía es un género propio de la exégesis bíblica,
por medio del cual el sacerdote se dirige a los fieles de manera tal que pueda
hacer entendible, iluminar la comprensión de la lectura bíblica, es un puente entre el texto sagrado y la vida
cotidiana. Y, sobre todo, una actualización al presente de dicho texto, una
propuesta de aplicación a la cotidianeidad de la vida de los fieles. Comprender
la palabra sagrada, aplicarla a la vida cotidiana y servir como elemento de
cohesión de la comunidad. Todo ello hace Julián Zini en sus poesías, hay un
principio pedagógico que les da un orden y un fin, y
esto sobre todo es evidente en Padre
Dios, bendícele a mi pueblo chamamecero, resumen por un lado de las
creaciones de Dios (tierra-agua-fuego-viento y todo lo de ello derivado), y por
otro las formas de expresión y aprehensión del pueblo
(ojos-boca-oídos-pies-pensamiento) con un cierre y bendición final. De manera
un poco más secularizada, el esquema se repite en Memoria de la sangre, donde Zini pasa revista del ser correntino, y
compendia historia, sentimiento, tradición, todo aquello que podríamos resumir
con la palabra identidad.
El poema Padre
Dios, bendícele a mi pueblo chamamecero del que hablara más arriba es un
manifiesto; este es un dato no menor, porque el poemario Nuestro canto se abre y cierra con manifiestos, otro género central
para la configuración poético-cultural de la obra de Julián Zini. El manifiesto
es un género que en lo político suele ser una puesta en claro de objetivos y
finalidades de un determinado grupo, y en lo estético suele ser una declaración
de estilo, de propuesta artística. Hay en los dos manifiestos de este libro más
de lo primero que de lo segundo; por supuesto que no hay que olvidar que el
primero de ellos, Convicción chamamecera,
fue escrito en 1985 – en colaboración con Julio Cáceres y Román Vallejos – para
la apertura de la Fiesta del Chamamé. En él Julián Zini revela, pone en
evidencia todo lo que hay de intangible en el correntino; a la pobreza material
le contrapone la riqueza cultural-espiritual:
Si entendemos la cultura
como la totalidad del esfuerzo
que emprende el hombre
para realizarse
en su relación con la naturaleza
con su semejante y con Dios,
podemos afirmar
que somos un pueblo culto
(Manifiesto
convicción chamamecera)
Al igual que en la obra de Marily Morales Segovia, el
pasado reciente está presente en la de Julián Zini, cobrando particular
relevancia la guerra de Malvinas, que tanto duele al pueblo correntino. Zini
escribió junto a Mario Bofill la canción Los
Ramones, donde condensa en un puñado de nombres propios la vida de tantos
“que dejaron sus huesos en Malvina y Soledad”:
Por
todos nuestros Ramones, por su maestra de campo
por
tantas y tantas madres de este largo dolor patrio.
Soñando
su viejo sueño, mi corazón estafado
sigue
gritando ¡presente! ¡viva la patria, carajo!
(Los Ramones)
En el poemario Nuestro
canto hay un largo poema, Malvineros,
donde vuelve a tocar la cuestión pero sin quedarse solamente en la
reivindicación y la memoria, sino apelando también al duro presente de los
excombatientes, y llamando a la solidaridad y organización de los mismo, para
hacer frente a las penurias y reclamar lo que les corresponde. De nuevo vemos
el poema en su función conativa, llamando a la acción a sus destinatarios
principales y a todo el pueblo por extensión.
La sección más puramente “poética” del poemario quizás
sea la III, que agrupa un conjunto de poesías que tiene por destinatarios a
grandes chamameceros: Ernesto Montiel, Isaco Abitbol, Cambá Castillo, Antonio
Niz, Quique Sorribes y un par de poemas que pretenden hablar de todos los
músicos, conocidos o no. Por ser nomás
guitarrero es de ellos el más logrado, en tanto encierra en un puñado de
versos el destino casi universal del guitarrero; el comienzo exitoso, el sueño
de fama y renombre, la soledad de la elección de la música antes que la pareja,
el olvido y la muerte, que no le caen al músico de la nada, pues
Un poco habrá sido el vino
que suele ser traicionero
y otro poco su destino
de ser nomás guitarrero
(Por ser nomás guitarrero)