jueves, 31 de marzo de 2016

7- Marily Morales Segovia

No creo exagerar si digo que Marily Morales Segovia es, lejos, la artista más prolífica de Corrientes. Más de 37 libros publicados – ensayos, novelas, libros de cuentos, poesías, antologías –, alrededor de un centenar de letras para chamamé, innumerables exposiciones artísticas de su propio cuño, colecciones de objetos de procedencia rural o urbana, de origen sagrado o profano, su obra es a todas vistas inabarcable. Entrar a la obra de Marily Morales Segovia es introducirse a un mundo fecundo, extenso, en el que la poeta va produciendo y liberando pensamientos y poemas que rompen las barreras; leer todo lo publicado por ella es como intentar leer entero a César Aira: siempre algo se escapa, y lo que se escapa dice algo esencial al conjunto y de lo que no sabremos nunca nada. No se reitera, no gira alrededor de un único tópico, sino que avanza, desprende diferentes concepciones del presente y el pasado, se renueva y hasta a veces irónicamente se niega a sí misma.




Marily por suerte nos ha dejado una pequeña, lúdica e intensa autobiografía en su libro Devocionario correntino y santoral chamamecero, donde dice de ella misma:

Ñánde Sy Guasu de la Canción Nueva. Es Pombera también. Aparece y desparece de -todas partes. Fue inmolada por los ñacurutú del monte y salvada por la Kaabi Yára en el Alto Paraná. Desde entonces el Pomero la sigue a todas partes. Empayesada por el chamamé, salvo la Vida y la Libertad, para Glorias de Nuestro Pasado.
Sobrenatural de Yaguareté Corá y sobrevivida en Corrientes (República Argentina ndayé) y Valencia (España).
Ascendió a la Tierra Sin Mal llevada por un coro de canciones infantiles y desde allí ha de venir para no juzgar, sino para hacer milagros.
Sus devotos deben cantarle chamamé al Pombero para que no le estropee los milagros.

Podríamos remontar el comienzo de la carrera artística de Marily Morales Segovia 62 años atrás, hasta 1954, cuando presentó en Corrientes su primera exposición de esculturas. O a 1957, cuando junto a Herminio Giménez preparan la música para la película Alto Paraná, del director ítalo-argentino Catrano Catrani. O hasta 1959, cuando edita su primer libro de poemas, La puerta, en la editorial Nord-Este que junto con Darwy Berti, Juan José Folguerá, Arturo Zamudio Barrios, Dora Norma Filiau y otros llevaron felizmente a cabo.


  


 Lo cierto es que de manera continuada desde entonces ha incursionado en cuanto género y arte se le ha cruzado por delante, dedicándose además al estudio de campo como periodista y entrevistadora para la “Enciclopedia de temas del Nordeste” (UNNE) y publicando allí un documento sobre el chamamé en 1972. Durante esos años promoverá el desarrollo de la generación de la Canción Nueva Correntina, y además de ser letrista de muchos de los músicos de esta nueva camada, junta su pluma al piano de Edgar Romero Maciel, y con él componen obras de carácter más orgánico como ser la Cantata a José Francisco, obra musical en homenaje a Don José de San Martín, canciones para chicos e incluso Corrientes Cuatro Siglos, canción oficial del festejo de los 400 años de la ciudad que fundara Vera y Aragón. Junto a ella han quedado en el cancionero popular de los correntinos La vida y la libertad, Glorias de nuestro pasado, Pombero, Bajo la luna de abril y otro buen puñado de versos.

La obra de Marily Morales continuará creciendo y diversificándose, y ni siquiera la distancia del mar entre medio que le impondrá su mudanza a Valencia le impedirá seguir en contacto físico y creativo con Corrientes. Siempre viajando, siempre volviendo, Morales Segovia publica y promueve a escritores de los dos lados del océano, y continúa aún tan activa como en sus primeros momentos junto al arte.



Sus primeros poemarios revelan ya dos constantes en su obra: en La puerta (1959) el tono más intimista, reflexivo y amoroso; en También Corrientes (1965) aparecen las personas, lugares y objetos de la tierra correntina. De este poemario es su Canto al hombre correntino:

Quise decir tu nombre
y contuviste mi llamado.
Aún no podía pronunciarte.

Tú me llevaste de las manos
por el rumbo
del viento norte y los lagartos.

Me obligaste a empezar contigo tu alfabeto
de señales indígenas.
Nací entonces palabra.
Palabra fui de tierra y agua
para encontrar tu acento y revivirlo.

(…)

Por los caminos de la lluvia
luna y más luna,
estrella sol y más estrellas.
El miedo es fugitivo que se oculta.
Me dijiste: laguna.
Te respondía: leyenda.
Un filo de cuchillos
en procesión de duendes
con manos de cigüeña,
y colmillo de puma
y huellas de lagarto y de serpiente.

(…)

Te nombro: Correntino
Y las letras me hacen
como espuelas de plata
rodando en la tormenta de un grito.

 


En muchos otros de sus libros (El río de todos, Devocionario correntino y santoral chamamecero y El libro del Pombero) su mirada se sumerge hacia el interior de Corrientes, hacia el pasado, hacia el universo mitológico, los santos populares y la tradición arraigada en el correntino. Pero en su poesía también emerge una mirada desde el presente; Fuera del Paraíso y Visiones de la voz son dos poemarios de 2005 y 2009 donde las problemáticas son acuciantemente modernas, cotidianas, universales: aparecen la Perestroika, el conflicto Oriente-Occidente, la automatización de la vida moderna. Por ejemplo en Visiones de la voz:

Tú preguntas.
Yo respondo.
Yo pregunto.
Tú respondes.

Y se forma
la trama
que envuelve
nuestro silencio.
(poema VIII de la sección “Tú y yo”)

            A lo largo del poemario en varias secciones aparece esta invitación a dudar de nuestras seguridades o saberes adquiridos: en “Enseñanzas” habla de los días creados para homenajear/comerciar con las relaciones humanas – día del padre, del amigo, del enamorado, de los muertos –; en “Noticias de Mutantes” nos revela de su propia experiencia que el amor eterno para los que mutan es el que dura un instante; en “Identidad” la definición del yo, lo propiamente uno, está atravesada por las miradas de los demás sobre uno, y por la idea que tiene uno de lo que los demás miran en uno, formando una especie de cajas chinas en la que no sabemos nunca si hemos llegado o no a la más pequeña donde se esconde finalmente la esencia humana. Esta deconstrucción de los modos de estar en el mundo se reitera en el poemario Fuera del Paraíso, donde hallamos en la sección “Variaciones sobre la libertad” poemas de una factura profundamente humana:

Hemos visto a los salvadoreños y colombianos
presos de la violencia y el narcotráfico.
A los africanos, esqueléticos,
presos de la desnutrición y el hambre.
A los chinos,
desgajarse en sangre sobre la plaza de Tian Namen.
Me gustaría saber dónde está la libertad.
(¿Libertad?)

            Y este poema/problema también es una constante en la obra de Morales Segovia, pues la libertad no sólo atañe al presente como aparece puesto de manifiesto en este poema, sino que además atraviesa al pasado reciente (Diálogo con Fantasmas  habla de sus amigos desaparecidos y de los pocos que han quedado para seguir luchando el sueño de libertad que se los llevó), y aún el pasado histórico, el de la gran herida de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, donde dice su conocido chamamé:

El negro quiere vivir
y está obligado a matar;
el llanto se le secó
esclavo de Portugal.
                                               (La vida y la libertad)

            El pasado – el mítico e histórico – está también infiltrado en la letrística chamamecera, y se hace patente a partir de la imaginería correntina que se cuela en sus canciones, en sus libros, en sus poemas. De manera manifiesta o velada, la poeta siempre está buscando hallar las imágenes que acompañan a la inocencia originaria:

Dónde estás, dónde te fuiste
duendecito con sombrero,
te has metido entre las plantas
y los juncos del estero.
En las siestas de naranjas
te me vuelves naranjero,
si te escondes en las ramas
dónde estás que no te veo.
(Pombero)
           
            El poeta es alguien que no tiene casa, que cuando posa sus pies en un lugar es sólo para descansarlos; en la sección “Portal” que abre el poemario Fuera del Paraíso, Marily Morales Segovia postula esta condición de beduino – o de peregrino – que define al poeta, no como una predestinación sino como una elección:

Los que elegimos nuestro destino
hemos pasado a ser
aquella raza de navegantes del desierto.
(VI)

Esta elección de ajenidad vitalicia le permite al poeta mirar su alrededor con el desapego necesario para hablar de él distanciadamente: ver a la gente en los bares practicar el antiguo rito de la seducción (Bar “La Tula” en la tarde), delatar el profundo absurdo de la burocracia (Trámite), o redactar “manuales” que son – como los de Cortázar en Historias de cronopios y de famas – un desnudamiento de prácticas internalizadas (Instrucciones para ser Esclavo e Instrucciones para convertirse en Amo). Ese desapego hacia lo circundante no se sostiene cuando irrumpe el recuerdo, pues con él lo vital se ve afectado y, por ello mismo, imbricado en aquello de lo que habla. Por eso en el chamamé Pintor de recuerdos, aunque acepte que el mar lo ha llevado “más allá del dolor y de mi tierra”, la distancia física que separa a poeta y tierra se disipa, el poeta beduino, poeta peregrino que no está apegado a su tierra en tanto materialidad, no se marcha nunca:

yo soy el que ha tornado y no regresa
porque nunca me he ido, no me he ido.
(Pintor de recuerdos)

 



Marily es – creo yo – inabarcable. No puedo escribir sobre todo lo que ella escribió, y ni siquiera sobre todo lo que leí de Marily. Por eso me escudo en su obra de teatro para niños Luna y Yerutí, donde Monchito quiere saberlo todo respecto al mundo y el doctor Cururú, muy sabio, le contesta:

Cururú: - ¿Todo? ¿Todo? Pues bien. Comienza por algo. Si consigues saber algo, pronto sabrás algo más, es posible que puedas llegar a saber mucho. Si logras saber mucho, puedes tratar de saber todo o resolver que prefieres no saber nada.
Monchito: - Eso es bastante difícil.

Cururú: - Ya lo ves. Todo es más que mucho. El conocer mucho produce mucho placer y… mucho dolor”.

jueves, 24 de marzo de 2016

6- Osvaldo Sosa Cordero

Sosa Cordero nació en Concepción en 1906, a los tres años se trasladó con su familia a la ciudad de Corrientes y seis años después, en mayo de 1915, partieron rumbo a Buenos Aires, donde Sosa Cordero terminará sus estudios primarios, que serán los únicos que tendrá en la educación formal. Cuando llegan a la gran ciudad, la capital está atravesando un importante período de transformación, pues recibe por esos años un aluvión de inmigrantes y gente del interior del país, que arrastran consigo sus costumbres y cultura, cambiando radicalmente su aspecto, transformándola en poco tiempo en una ciudad cosmopolita. La Buenos Aires en que crece Sosa Cordero es la ciudad llena de conventillos de Roberto Arlt, la del joven Borges, la de la disputa Boedo-Florida. Surgen en ella la vida bohemia, y las vanguardias artísticas la vuelven una meca cultural. Sosa Cordero se ve deslumbrado por las luces de la gran ciudad, y participa de esta vida escribiendo sainetes, sátiras y revistas musicales; más no olvida sus orígenes, y desde muy joven empieza a escribir polcas correntinas y a ganar un lugar importante en el mercado musical porteño. Con los años logra formar y grabar con su conjunto Osvaldo Sosa Cordero y sus correntinos, adquiriendo finalmente un reconocimiento nacional con la canción Anahí, que fuera incorporada al repertorio escolar de la República Argentina – y el del Teatro Colón – en 1943.



Durante su juventud además trabaja escribiendo guiones para teatro, y de entre ellos se destaca La rival de Greta Garbo, un sainete que fuera escrito en colaboración con Manuel Meaños. En esta obra Chirola y Elvira, dos jóvenes planchadoras viven con su parejas en un conventillo y deciden abandonarlos, convencidas por unos farsantes de que serán estrellas de cine. A partir de allí se construye un texto que presenta diferentes voces de la Buenos Aires de comienzos de siglo: un italiano con aires de grandeza (Gamberoni), un andaluz estafador (Curro), un par de personajes del suburbio que terminan robando a los farsantes, etc. La estructura del sainete es ágil y está pensada para causar risa a un auditorio más que para profundizar en una trama delicada; de cualquier manera es un retrato fiel de un momento de consolidación de una nueva sociabilidad porteña.

 


En simultáneo a su ascendente carrera como compositor, desarrolla con sigilo pero constancia su carrera como escritor y poeta. Si bien publica únicamente dos libros de poemas (Anclas: estampas del bajo en 1943 y Romancero guaraní en 1962), a esta labor le suma un incontable número de obras de teatro y artículos ensayísticos. Es este último libro de poemas el que lo ha consagrado en la literatura correntina, por ser quizás uno de los libros de la provincia más reconocidos nacionalmente. Con Romancero guaraní Sosa Cordero obtuvo el premio nacional de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) en el 150 aniversario de la Revolución de Mayo.

No creo exagerar si digo que el Romancero guaraní de Osvaldo Sosa Cordero tiene un afán totalizador: busca ser un compendio a la vez histórico, geográfico, botánico, lingüístico, mitológico, político y hasta sociológico en algunos momentos. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo” dice el conocido aforismo de Tolstoi; Sosa Cordero decide llevar a cabo profundamente este desafío. Es inevitable que como letrista de chamamé haya abarcado con sus 250 canciones un sinfín de temáticas; pero intentar replicarlo en 21 poemas (27 si contamos el agregado de la segunda edición) es quizás un exceso de optimismo. Pero lo valioso del intento es que procura contar y describir su Corrientes con un uso más bien directo del lenguaje, sin giros extraños, evitando las formas más rebuscadas de la poesía culta, y es por ello que apela al romancero como referencia poética.

Este afán totalizador se puede percibir particularmente en un conjunto de cuatro poemas: El milagro, Mapa, Corrientes tiene payé y Cuando usted vaya a Corrientes. En ellos se concentra la descripción visual y evocativa de la historia y la geografía correntina. El milagro empieza por el nacimiento mismo de Corrientes: narra la fundación de la ciudad homónima y el famoso milagro de la cruz, que se cuenta salvó a los hombres atrincherados en el fuerte de una segura destrucción y que “ganó” para el cristianismo a los guaraníes. Los recursos estilísticos son transparentes, abundando en metáforas visuales: el río es de cobalto, los guaraníes que rodean el fuerte son “seis mil rencores de cobre”, y los españoles “aquellos intrusos de ámbar”. Y el intento de quemar la cruz, el “payé de dos maderos”, acaba por supuesto con la conversión de los guaraníes en cristianos. Luego, en Mapa, presenta a su tierra natal: su sol, sus frondosos verdes y cítricos, sus lagunas y ríos, sus potros y duendes mitológicos. Y entre ellos el sonido de sus cordionas, el zapateo y el baile, el vino y el cuchillo. Estos son los tópicos de todo el Romancero; un recorrido poético por Corrientes, como trazando rápidas acuarelas. Toda la fuerza que tienen los dos poemas anteriores se basa en la capacidad de condensación plástica de los elementos utilizados; ello no ocurre en Corrientes tiene payé y Cuando vaya usted a Corrientes, pues ambos se abocan a enumerar ad infinitum la geografía,  flora, fauna, el panteón heroico, etc:

Corrientes tiene payé.
Si, señor, sí que lo tiene,
¡cómo no lo va a tener!
lo pregonan los sabores
del tibio chipá jheité,
los de sus dulces de almíbar,
sus mandiocas y su miel.
Lo replican sus cordionas
con alma de chamamé,
nos lo dicen sus guitarras
cuando en el anochecer
remedan en su cordaje
trinos del korochiré.
(...)
Lo está repitiendo todo:
el campo, el cielo... y también
vuelve a afirmarlo mi verso:
¡Corrientes tiene payé!

Otra constante del poemario es la configuración de “tipos humanos ideales”: Domadores, Troperos, Lavanderas, La maestrita rural son algunos de los poemas en que describe los oficios masculinos y femeninos de la región, los más sacrificados y duros; pero sin duda el personaje más reconocible es Juan Payé, que tiene su versión en poema y en canción. El poema nos los describe “desde afuera”, nuevamente apelando a las coloridas adjetivaciones de Sosa Cordero: su sangre es “un río escarlata” y su piel “de avellana”; este gaucho correntino es el prototipo que sabe adaptarse a los trabajos más variados y que combina dentro suyo “la ternura y las agallas”. En el rasguido doble que lleva su nombre es Juan Payé quien habla, y lo que en el poema era descripción aquí se vuelve acción:

De madrugada mi churrasco y mis amargos
y enseguidita me voy yendo pa´l corral,
donde no faltan casi nunca los encargos
de sosegarle los corcovos a un bagual
durante el día lazo, yerra, o lo que venga;
de nochecita soy de nuevo Juan Payé.
Me visto lindo y en mi zaino y con mi guáina
Nos vamos juntos a bailar el chamamé.
(Juan Payé)

Al volcar su mirada sobre estos tipos ideales de gente corriente, Sosa Cordero no puede evitar tratar el tema de la marginación social, el éxodo correntino, la violencia relacionada a la bebida y las disputas políticas. Feliciana Altamirano es una mujer que cruza el río hacia el Chaco con su pobreza a cuestas para cosechar algodón y facilitarse un salario que los saque a ella y sus hijos de la pobreza y el hambre. Sosa Cordero denuncia esta inhumana sinrazón: en una provincia en donde abunda la tierra sin labrar, que “espera que la roturen para entregar su riqueza”, los habitantes no tienen trabajo y deben marcharse en busca de oportunidades a otros lados. El poema Brazos es quizás muy conocido porque ha sido convertido en el recitado que acompaña al chamamé Bracero de mi tierra:

Brazos que abundan y valen
y por eso se los llevan
hacia los cuatro caminos
abiertos en campo y selva
(Brazos)

Aquellos que quedan en la tierra correntina se ven enfrentado por las divisas de dos colores, el colorado y el celeste, y entroncándose con lo más profundo de la tradición política nacional se hallan irreconciliablemente enemistados. El matadero de Esteban Echeverría, Amalia de José Mármol, El gigante Amapolas de Juan Bautista Alberdi… la tradición dicotómica federal-unitaria atraviesa la historia argentina desde su mismo origen. Y en Corrientes pervive durante gran parte del siglo XX, transformada en dos poderosos partidos provinciales. Dan cuenta de este enfrentamiento diferentes escritores correntinos (Ernesto Ezquer Zelaya, Gerardo Pisarello, Francisco Manzi, Odín Fleitas, Francisco Madariaga por nombrar algunos), y en Sosa Cordero toman entidad en los poemas Colorado y azul y Las cinco heridas, este último describiendo la inevitable muerte consecutiva de cinco hermanos en venganzas de sangre, todo por los colores partidarios.

Si la muerte aparece como un absurdo cuando las razones son políticas, mucho mayor aún es el oprobio cuando el móvil es simplemente la borrachera. En Faena de viento norte asistimos a una escena: “dos payés miden su fuerza” dice el poeta ante el enfrentamiento que acaba con la vida de ambos. La plasticidad y condensación con que Sosa Cordero describe lo sucedido es admirable:

La muerte pasó a las copas
            de las copas al cuchillo;
            ocho golpes, cuatro cauces
que ruborizan el piso…
                        (Faena de viento norte)

y con ello basta para que sepamos el secreto del absurdo: la muerte es el vino, que posee a quien lo bebe. Sosa Cordero transforma ese orgullo correntino de ser identificado como “cuchillero” en un gesto vergonzoso, propio de un “bravucón de mostradores” como dice en el poema Cuchillero, y no de los verdaderos centauros cuchilleros que marcharon con San Martín, Belgrano, Berón de Astrada, Lagraña, Madariaga.


 




Sosa Cordero aportará su música a muchísimas orquestas y ensambles, además de incursionar en el cine; brindará conferencias, será el primer director de cultura de Corrientes, publicará en 1978 un libro sobre la Historia de las varietés en Buenos Aires, en el que reflejará el quehacer cultural de la época de su juventud en Capital Federal, brindará conferencias, escribirá prólogos a escritores correntinos... Incansablemente seguirá produciendo hasta 1986, cuando compondrá el chamamé Quedó mi corazón allá en Corrientes, estrenado en julio de ese mismo año. Dos meses después, un 19 de septiembre, fallece en Buenos Aires el mismo día que doce años antes lo había hecho Mario del Tránsito Cocomarola. Hoy el anfiteatro mayor de la provincia de Corrientes lleva por nombre el del Taita del chamamé y su escenario el del gran poeta correntino. De más está decir, el 19 de septiembre es el Día Nacional del Chamamé.

miércoles, 9 de marzo de 2016

5- Saturnino Muniagurria

Saturnino Muniagurria es un escritor correntino que se encuentra a caballo entre dos siglos. Nacido en 1875 en San Roque, vivió los primeros años de su vida en el campo, donde no había maestros ni escuelas rurales , por lo que su instrucción comenzó recién a los diez años. Esa vida en la que la exploración del paisaje rural y la fascinación por la naturaleza quedarán plasmadas en su autobiografía Como pájaros libres, la que dedicará a sus nietos y en donde dejará una postal de aquella época de fines del siglo XIX, donde el campo correntino carecía de alambrados y los gauchos dominaban el paisaje. Esta vida telúrica se interrumpe cuando Muniagurria marcha a Buenos Aries para estudiar abogacía y, al mismo tiempo, empezar a trabar amistad con gran parte de la intelectualidad correntina que allí se hallaba. 


Saturnino Muniagurria a los 80 años

De sus primeros esbozos literarios nos quedan tres composiciones poéticas que fueron incluidas en El parnaso correntino (1910), antología realizada por Walter Elena con motivo de la conmemoración del centenario de la Revolución de Mayo. En estas poesías se presentan de forma bastante pictórica los paisajes agrestes de la infancia: en "La siesta" y "Las cotorras" describe el andar de los loros entre los maizales y detrás de ellos el lorero, espantándolos. En "El canto del macá", Muniagurria muestra la laguna Iberá surcada por el carau al caer la tarde, cuyo canto amarga a cualquiera que lo oye, al tiempo que dialoga con otro pájaro amigo asociado también a la tristeza:

En el árbol donde oculto
llora... llora el urutaú...
Mientras en lo más inculto
del pajonal, el caráu,
con su canción plañidera
que arrastra el viento al pasar,
parece que respondiera:
"hay tiempo para llorar...!"

Desde estas intervenciones literarias juveniles de Muniagurria hasta la aparición de sus primeros libros hay un largo vacío que coincide con la vuelta a Corrientes, donde finalmente se instalará en Goya, para ejercer la profesión de abogado y al mismo tiempo manejar un campo ganadero de su pertenencia. Pero a esta labor acompañará la profundización en el conocimiento de la lengua guaraní, la búsqueda de una voz propia que pueda expresarse en las dos lenguas que habla desde pequeño y defensa del modo de ser campesino ante las injusticias de los poderes de turno y de los capitales extranjeros. 



 



A partir de 1946 publicará frenéticamente, totalizando 8 libros en los próximos diez años: Yata-i apiteré, poesía (1946); El guaraní, compendio gramatical y vocabulario (1947); Poemas de tierra adentro, poesía (1948); Carau, teatro (1949); Arriba, poesía (1951); Narraciones correntinas, cuentos (1951); Como pájaros libres, autobiografía (1955) y Lastre, poesía (1956). En esta larga obra llevada a cabo en tan poco tiempo hay un hilo conductor que tiene que ver con la defensa y valoración de la lengua guaraní, el desnudamiento de las relaciones sociales de injusticia propias del ámbito rural, la exaltación del paisaje y el avasallamiento sobre el mismo de la codicia extanjera. Tópicos que se inscriben dentro del costumbrismo argentino, pero también herederos del naturalismo en tanto determinación del hombre por su ambiente. En  Yata-i apiteré, Muniagurria intenta realizar un trabajo inédito por su complejidad y tema; escribir un poemario bilingüe guaraní-español, en donde ambas versiones de cada poema respeten reglas poéticas definidas por la métrica y rima, y donde ninguno de los dos sea traducción del otro. Esta tarea reconoce el autor mismo como de máxima complejidad, pero que sin embargo lleva a cabo con ajustada:


Tú, lágrima

Tú, lágrima
que corres por mi cara,
algo eres más que agua.

Más que el rocío
que tiembla y que gotea,
suspendido al extremo de las ramas.

El sol no te evapora.
La sombra no te traga.
El viento no te lleva.
Algo eres más que agua.

Tupá ¿de qué te hizo?
Te halló su mano ¿dónde?
Cómo se las compuso:

Toda su agua no basta
a hacer que el mar desborde.
Y el mar de nuestra alma, más inmenso,
contigo, pequeñísima,
consigue que rebose.

Al año siguiente Saturnino Muniagurria publica El guaraní, donde intenta continuar la obra de valoración de la lengua vernácula de los correntinos, sistematizándola a partir de una gramática; trabajo encomiable y ambicioso al que quizás le falten ciertas profundizaciones en la estructura propia de la lengua, que no siempre se adapta a la gramática de las lenguas europeas. Pero aún más este primer intento de construir un sistema gramatical para la lengua guaraní se valora, sobre todo, las razones que llevan a Muniagurria a embarcarse en tamaño proyecto:

...no se puede saber lo que se quiere y adónde se va, si se desconoce lo que se es. Es el caso del amnésico, que ignora lo uno y lo otro por haber perdido la memoria. La personalidad puede verse oscurecida, disminuida y hasta suprimida por completo, pese a la identidad del sujeto. Ningún medio más eficaz para recuperarla que el idioma. (...) Al idioma se vuelve siempre, aunque a veces por caminos diferentes. Se vuelve a él por razones de orden sentimental, como se vuelve, haciendo justicia a su arte, al uso de los muebles antiguos, en detrimento de los mobiliarios modernos, mucho más costosos, a veces; (...) pero se vuelve también al idioma por convicción, por un desarrollo mayor del concepto de la responsabilidad.


  


Los demás libros de esta etapa se adentran en destacar la lengua y las costumbres provincianas, en sostener cierta añoranza sobre el mundo que se ha marchado, esa infancia de fines de siglo XIX en un eterno campo sin alambrados. Pero quiero destacar su única obra de teatro: Carau, donde el autor carga sus fusiles contra la corrupción política que maneja a los votantes como hacienda, el sistema extractivo de vaciamiento y explotación vegetal y humana que llevan a cabo las empresas inglesas en la zonza del tanino chaqueño-santafesino, y autoritarismo de los comisarios rurales que responden a estos dos poderes. La vida de Carau, un gaucho de valores y con gran presencia por sobre sus congéneres, que rechaza los favores económicos y se siente guiado por el altruismo. Cuando acepta por pedido de los obreros el cargo de comisario que le han ofrecido para comprarlo, Nicholson, secretario de la Compañía General Quebrachalera le trae un sobre de dinero de la empresa que Carau lo redistribuye rápidamente entre los trabajadores que lo acompañan:

CARAU: - ¿Puedo entontonces disponer libremente de ese dinero?
NICHOLSON: - Es completamente suyo. Haga de él lo que quiera.
CARAU: (a los obrajeros) - Acaso no fue el pedido de ustedes el motivo principal que me determinó a acetar el cargo... el hombre es débil, y hay que buscar unas veces en sus sentimientos, y otras en su ambición, el verdadero móvil de sus acciones. Pero eso no quiere decir que no siga estimándolos, ni impedirá que los ayude en cuanto pueda. ¡Esta plata me está quemando las manos! francamente, no sabría qué hacer con ella. Supongo que el Gobierno me dará casa... comida no ha de faltarme. Tengo además, como ustedes saben, un pingo de mi flor, para trasladarme adonde me ordene la voluntá o me lleve el cumplimiento de mi deber. En tales condiciones, la plata sólo puede servirme de estorbo. ¡A lo mejor me da por jugar o emborracharme! repartiéndola entre ustedes, evito ese riesgo y al mismo tiempo les brindo un servicio.
NICHOLSON: - ¿Qué está diciendo? La compañía no puede ver con lindos ojos lo que va a hacer.
CARAU: - Soy dueño de disponer libremente lo que es mío.


 


Pero Muniagurria no quiere construir un ejemplo incorrupto sino más bien un tipo ideal de gaucho, que aunque de ricos valores tiene sus debilidades, su machismo y sus errores. Carau actuará en contra de los que quieren explotar a sus compañeros del obraje poniendo en riesgo su propia vida, aunque al final se termine perdiendo por el amor a una mujer, con la que bailará hasta la muerte aún cuando su madre esté agonizando, con lo que el final de la obra abandona el género naturalista para hundir sus pies en el fantástico.

En los años posteriores Muniagurria publicará Cuentos del pago redondo, (1959), Cuentos e historietas correntinos (1960), Ybotí Rogûé, poesía (1966) y Compendio guaranítico (1969), además de reeditar varios de sus libros. Seguirá viviendo en Goya hasta los 97 años, donde fallecerá en 1972, dejando una obra voluminosa aún por analizar. En 2014, en un Simposio sobre literatura policial en la Biblioteca Nacional, se rescató uno de sus cuentos-nouvelle, "El caso de Apolonio Menéndez", como uno de los textos precursores del policial argentino. Ojalá sigamos encontrando más líneas de lectura en este grande de la literatura provincial