Sosa
Cordero nació en Concepción en 1906,
a los tres años se trasladó con su familia a la ciudad
de Corrientes y seis años después, en mayo de 1915, partieron rumbo a Buenos
Aires, donde Sosa Cordero terminará sus estudios primarios, que serán los
únicos que tendrá en la educación formal. Cuando llegan a la gran ciudad, la
capital está atravesando un importante período de transformación, pues recibe
por esos años un aluvión de inmigrantes y gente del interior del país, que
arrastran consigo sus costumbres y cultura, cambiando radicalmente su aspecto,
transformándola en poco tiempo en una ciudad cosmopolita. La Buenos Aires en
que crece Sosa Cordero es la ciudad llena de conventillos de Roberto Arlt, la
del joven Borges, la de la disputa Boedo-Florida. Surgen
en ella la vida bohemia, y las vanguardias artísticas la vuelven una meca
cultural. Sosa Cordero se ve deslumbrado por las luces de la gran ciudad, y
participa de esta vida escribiendo sainetes, sátiras y revistas musicales; más
no olvida sus orígenes, y desde muy joven empieza a escribir polcas correntinas y a ganar un lugar importante en el mercado musical porteño. Con los años logra
formar y grabar con su conjunto Osvaldo
Sosa Cordero y sus correntinos, adquiriendo finalmente un reconocimiento
nacional con la canción Anahí, que
fuera incorporada al repertorio escolar de la República Argentina – y el del Teatro
Colón – en 1943.
Durante su juventud además trabaja escribiendo guiones para teatro, y de entre ellos se destaca La rival de Greta Garbo, un sainete que fuera escrito en colaboración con Manuel Meaños. En esta obra Chirola y Elvira, dos jóvenes planchadoras viven con su parejas en un conventillo y deciden abandonarlos, convencidas por unos farsantes de que serán estrellas de cine. A partir de allí se construye un texto que presenta diferentes voces de la Buenos Aires de comienzos de siglo: un italiano con aires de grandeza (Gamberoni), un andaluz estafador (Curro), un par de personajes del suburbio que terminan robando a los farsantes, etc. La estructura del sainete es ágil y está pensada para causar risa a un auditorio más que para profundizar en una trama delicada; de cualquier manera es un retrato fiel de un momento de consolidación de una nueva sociabilidad porteña.
En
simultáneo a su ascendente carrera como compositor, desarrolla con sigilo pero
constancia su carrera como escritor y poeta. Si bien publica únicamente dos
libros de poemas (Anclas: estampas del
bajo en 1943 y Romancero guaraní
en 1962), a esta labor le suma un incontable número de obras de teatro y
artículos ensayísticos.
Es este último libro de poemas el que lo ha consagrado en la literatura
correntina, por ser quizás uno de los libros de la provincia más reconocidos
nacionalmente. Con Romancero guaraní Sosa Cordero obtuvo el premio nacional de la SADE
(Sociedad Argentina de Escritores) en el 150 aniversario de la Revolución de
Mayo.
No creo
exagerar si digo que el Romancero
guaraní de Osvaldo Sosa Cordero tiene
un afán totalizador: busca ser un compendio a la vez histórico, geográfico,
botánico, lingüístico, mitológico, político y hasta sociológico en algunos
momentos. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo” dice el conocido aforismo de
Tolstoi; Sosa Cordero decide llevar a cabo profundamente este desafío. Es inevitable que como letrista de chamamé haya abarcado con sus 250
canciones un sinfín de temáticas; pero intentar replicarlo en 21 poemas (27 si
contamos el agregado de la segunda edición) es quizás un exceso de optimismo. Pero
lo valioso del intento es que procura contar y describir su Corrientes con un uso más
bien directo del lenguaje, sin giros extraños, evitando las formas más
rebuscadas de la poesía culta, y es por ello que apela al romancero como
referencia poética.
Este afán totalizador se puede percibir particularmente en un conjunto de cuatro poemas: El milagro, Mapa, Corrientes tiene payé y
Cuando usted vaya a Corrientes. En
ellos se concentra la descripción visual y evocativa de la historia y la geografía
correntina. El milagro empieza por el
nacimiento mismo de Corrientes: narra la fundación de la ciudad homónima y el
famoso milagro de la cruz, que se cuenta salvó a los hombres atrincherados en
el fuerte de una segura destrucción y que “ganó” para el cristianismo a los
guaraníes. Los recursos estilísticos son transparentes, abundando en metáforas
visuales: el río es de cobalto, los guaraníes que rodean el fuerte son “seis
mil rencores de cobre”, y los españoles “aquellos intrusos de ámbar”. Y el intento
de quemar la cruz, el “payé de dos maderos”, acaba por supuesto con la
conversión de los guaraníes en cristianos. Luego,
en Mapa, presenta a su tierra natal:
su sol, sus frondosos verdes y cítricos, sus lagunas y ríos, sus potros y
duendes mitológicos. Y entre ellos el sonido de sus cordionas, el zapateo y el
baile, el vino y el cuchillo. Estos son los tópicos de todo el Romancero; un recorrido poético por
Corrientes, como trazando rápidas acuarelas. Toda la
fuerza que tienen los dos poemas anteriores se basa en la capacidad de
condensación plástica de los elementos utilizados; ello no ocurre en Corrientes tiene payé y Cuando vaya usted a Corrientes, pues
ambos se abocan a enumerar ad infinitum la geografía, flora, fauna, el panteón heroico, etc:
Corrientes tiene payé.
Si, señor, sí que lo tiene,
¡cómo no lo va a tener!
lo pregonan los sabores
del tibio chipá jheité,
los de sus dulces de almíbar,
sus mandiocas y su miel.
Lo replican sus cordionas
con alma de chamamé,
nos lo dicen sus guitarras
cuando en el anochecer
remedan en su cordaje
trinos del korochiré.
(...)
Lo está repitiendo todo:
el campo, el cielo... y también
vuelve a afirmarlo mi verso:
¡Corrientes tiene payé!
Otra
constante del poemario es la configuración de “tipos humanos ideales”: Domadores, Troperos, Lavanderas, La
maestrita rural son algunos de los poemas en que describe los oficios
masculinos y femeninos de la región, los más sacrificados y duros; pero sin
duda el personaje más reconocible es Juan
Payé, que tiene su versión en poema y en canción. El poema nos los describe
“desde afuera”, nuevamente apelando a las coloridas adjetivaciones de Sosa
Cordero: su sangre es “un río escarlata” y su piel “de avellana”; este gaucho
correntino es el prototipo que sabe adaptarse a los trabajos más variados y que
combina dentro suyo “la ternura y las agallas”. En el rasguido doble que lleva
su nombre es Juan Payé quien habla, y lo que en el poema era descripción aquí
se vuelve acción:
De madrugada mi churrasco y mis amargos
y enseguidita me voy yendo pa´l corral,
donde no faltan casi nunca los encargos
de sosegarle los corcovos a un bagual
durante el día lazo, yerra, o lo que venga;
de nochecita soy de nuevo Juan Payé.
Me visto lindo y en mi zaino y con mi guáina
Nos vamos juntos a bailar el chamamé.
(Juan
Payé)
Al
volcar su mirada sobre estos tipos ideales de gente corriente, Sosa Cordero no
puede evitar tratar el tema de la marginación social, el éxodo correntino, la
violencia relacionada a la bebida y las disputas políticas. Feliciana Altamirano es una mujer que
cruza el río hacia el Chaco con su pobreza a cuestas para cosechar algodón y
facilitarse un salario que los saque a ella y sus hijos de la pobreza y el
hambre. Sosa Cordero denuncia esta inhumana sinrazón: en una provincia en donde
abunda la tierra sin labrar, que “espera que la roturen para entregar su
riqueza”, los habitantes no tienen trabajo y deben marcharse en busca de
oportunidades a otros lados. El poema Brazos
es quizás muy conocido porque ha sido convertido en el recitado que acompaña al
chamamé Bracero de mi tierra:
Brazos que abundan y valen
y por eso se los llevan
hacia los cuatro caminos
abiertos en campo y selva
(Brazos)
Aquellos
que quedan en la tierra correntina se ven enfrentado por las divisas de dos
colores, el colorado y el celeste, y entroncándose con lo más profundo de la
tradición política nacional se hallan irreconciliablemente enemistados. El matadero
de Esteban Echeverría, Amalia de
José Mármol, El gigante Amapolas de
Juan Bautista Alberdi… la tradición dicotómica federal-unitaria atraviesa la
historia argentina desde su mismo origen. Y en Corrientes pervive durante gran
parte del siglo XX, transformada en dos poderosos partidos provinciales. Dan
cuenta de este enfrentamiento diferentes escritores correntinos (Ernesto Ezquer
Zelaya, Gerardo Pisarello, Francisco Manzi, Odín Fleitas, Francisco Madariaga
por nombrar algunos), y en Sosa Cordero toman entidad en los poemas Colorado y azul y Las cinco heridas, este último describiendo la inevitable muerte
consecutiva de cinco hermanos en venganzas de sangre, todo por los colores
partidarios.
Si la
muerte aparece como un absurdo cuando las razones son políticas, mucho mayor
aún es el oprobio cuando el móvil es simplemente la borrachera. En Faena de viento norte asistimos a una
escena: “dos payés miden su fuerza” dice el poeta ante el enfrentamiento que
acaba con la vida de ambos. La plasticidad y condensación con que Sosa Cordero
describe lo sucedido es admirable:
La muerte pasó a las copas
de las copas al cuchillo;
ocho golpes, cuatro cauces
que ruborizan el piso…
(Faena de viento norte)
y con
ello basta para que sepamos el secreto del absurdo: la muerte es el vino, que
posee a quien lo bebe. Sosa Cordero transforma ese orgullo correntino de ser identificado como
“cuchillero” en un gesto vergonzoso, propio de un “bravucón de mostradores” como
dice en el poema Cuchillero, y no de
los verdaderos centauros cuchilleros que marcharon con San Martín, Belgrano,
Berón de Astrada, Lagraña, Madariaga.
Sosa Cordero aportará su música a muchísimas orquestas y ensambles, además de incursionar en el cine; brindará conferencias, será el primer director de cultura de Corrientes, publicará en 1978 un libro sobre la Historia de las varietés en Buenos Aires, en el que reflejará el quehacer cultural de la época de su juventud en Capital Federal, brindará conferencias, escribirá prólogos a escritores correntinos... Incansablemente seguirá produciendo hasta 1986, cuando compondrá el chamamé Quedó mi corazón allá en Corrientes, estrenado en julio de
ese mismo año. Dos meses después, un 19 de septiembre, fallece en Buenos Aires
el mismo día que doce años antes lo había hecho Mario del Tránsito Cocomarola. Hoy el anfiteatro mayor de la provincia de Corrientes lleva por nombre el del
Taita del chamamé y su escenario el del gran poeta correntino. De más está decir, el 19 de
septiembre es el Día Nacional del Chamamé.
Felicitaciones!!!! excelente artículo
ResponderEliminarMuchas gracias Sonia por la lectura y el comentario
EliminarMuy bueno.gran poeta este correntino de ley: don Osvaldo sosa Cordero.do nombre es sinónimo de taragui
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