miércoles, 24 de febrero de 2016

2- Oscar Portela

Tenía su dirección anotada en un papelito – un departamento cerca de mi casa por calle Jujuy – su número de teléfono y su mail, pero me daba un poco de vergüenza escribirle. Yo no estaba muy seguro de ser buen escritor (y mirando mis poesías de aquel entonces creo que tenía razón) pero igual pensaba que a lo mejor un poeta con tan vasta experiencia me podría ayudar a pulirlas. Sin embargo – como casi siempre en mi vida – la vergüenza pudo más y no lo hice. Pasaron unos años y volví a tener noticias de él porque un amigo menos cobarde que yo estaba haciendo eso que yo no me animé a hacer: aprender de un maestro. Otros años más y choqué en Lenzi, mi librería preferida no sólo de La Plata sino del mundo entero, con La memoria de Láquesis, uno de sus poemarios más intensos. Ahora yo ya no era “escritor” pero estaba bien formado en crítica literaria; ahora sí podía escribirle. Ahora ya no tenía el papelito con sus datos. Otros años más y volví a saber de él porque cometió la imprudencia de morirse hace un par de eneros, y entonces sí fue noticia. Ahora, ahora. Ahora ya no podía hacer nada, y por eso escribo este artículo con un poco de culpa.




Oscar Portela nació un 13 de mayo en 1950 y duró entre los correntinos unos 63 años; doce de ellos en Loreto, esa tierra tan celebrada por Mario Bofill. Desde muy joven fue un buscador incansable: a los doce años este pequeño Tales de Loreto ya había leído a Nietzsche y renegado de la religión de sus padres. Al breve tiempo emigró a Corrientes donde acabó sus estudios secundarios y empezó una intensa búsqueda poética.

Francisco Madariaga y Oscar Portela
Francisco Madariaga y Oscar Portela
Desde su primer poemario (Senderos en el bosque, 1977), Portela llamó poderosamente la atención al campo literario argentino. Denevi, Sábato, Abel Posse, Veiravé, Gudiño Kieffer entre muchos otros 1destacaron a este libro que puede parecer hermético a quienes buscan encontrar en él un escritor "de las provincias". Todo lo contrario: Su poesía rezumba con peso propio por la tonalidad filosófica y poética en que está hilvanada. Desde el nombre mismo - un homónimo de un conocido libro de Heidegger - se aprecia en Portela una influencia y filiación con la cultura y filosofía alemanas: de Hölderin a Rilke en poesía, y de Nietzsche, Heidegger, Gadamer y la hermenéutica, con su puesta en duda sobre el lenguaje y su capacidad de aprehender el mundo.


Portela se pregunta sobre su origen, sobre su proceso de mutación y cambio, sobre el devenir y sobre el quehacer del poeta. Dije se pregunta y en realidad la afirmación es errónea: se deja poseer por la palabra: "Yo siempre escribí compulsivamente. Escribo para salvarme en momentos difíciles o especiales y escribo para liberarme de algo, para expurgar algo. Son demonios que necesitan ser exorcizados.”



   


Origen

Sé mi origen
como el becerro de oro
del abuelo gallego
me consumo. Soy la perla
del sudor español
que arde y fecunda
el útero divino de esta tierra.

Junto a este primer poemario en seguida surgirán otros: Los nuevos asilos (1980), Recepciones Diurnas, Celebraciones Nocturnas (1981), Auto de fe, Había una vez y Memorial de corrientes (1985), en una escalada poética y de reconocimientos nacionales e internacionales. En esta primer etapa Portela a medida que va profundizando en una indagación sobre la poesía como un discurso fragmentario "sobre el pensar, sentir, creer" sufre algunos reveses personales y familiares, como la muerte de su madre, a la que dedica un sentido poema:


Madre : ¿es que respondo a tu deseo
cuando en sueños quiere salírseme
del cuerpo el alma que me diste ?
¡Que poderoso el hálito, las fuerzas
que hablan en mis sueños y me llaman
en tú nombre, quizá en el de mi desolado
amor, desterrado y sonámbulo
en ésta tierra de nadie !
Sordos están los que un día escucharon maravillados
unos de otros, y así poblaron el espacio
con voces y con risas, pero del tiempo
aquél sólo me quedan llantos y penas.
(…)
estoy sin nombre, innominado para aquellos que amo
y sólo tú, mi Ángel, la guarda de mi voz
y mi memoria, presente estás llamándome
pero exigiendo fidelidad al canto del que
nace todo este denso duelo.
(…)
¿Es que me llamas tú, es que te llamo,
y así mutuamente llamándonos- nos
sostenemos en la amarga vigilia de la poesía?

En los diez años que van de 1988 a 1998, Oscar Portela publica un conjunto de libros  (Estuario, Golpe de gracia, La memoria de Láquesis) en los que la influencia de Deleuze, Derrida y los filósofos del posmodernismo dejan honda caladura, pero en los que puede sostenerse igual una linealidad con su obra anterior. Su obra pasa a ser según el autor la de un poeta solar a la de un poeta lunar: "la luna siempre es el símbolo de la muerte y constituye el símbolo de la muerte en el sentido de que también se nutre de la luz del sol.
El poema dice Graciela Maturo es un sarcófago que el poeta construye y deshace para volver a salir de él". Es una etapa donde la muerte del sentido extrema el nihilismo de Portela. 

 




La memoria de Laquesis (1998) es un poemario del que el mismo Portela reconoce lo dejó extenuado, tras cinco años de trabajo. Es un libro donde el duelo por lo que ya no es posible ser, saber, el haber roto amarras con ciertas certezas atraviesa el libro. 

Duelo

Si todo consiste en hacer posible el duelo.
¿A que decri yo prometo
y a qué prometerno
la victoria, el infinito de la repetición,
la espera suspendida,
el abrazo de la
celebración que reúne
y por instantes hace
posible la promesa?
Gestos, caricias
el yo prometo,
solemnemente prometo,
ignora el rostro que
vanamente has auscultado
y el espejo del yo
donde se abisma el mundo.
Despídete de los pulsos del aire y
del cuerpo que has osado adorar
burlando los retornos de imágnes
que tornan en soledad
a orígenes y márgenes.
Olvidar es la tarea.


Oscar Portela es un escritor que fue muy reconocido pero poco leído. Él mismo hablaba de la dificultad de circulación que la poesía tiene actualmente: “El escritor argentino en su mayoría es un escritor inédito. (…) mi primer libro que se editó en 1977 fue de 2.500 ejemplares. Hoy en la Argentina nadie edita poesía superando los quiniento ejemplares, mil como un exceso. Eso significa publicar alegóricamente.” La forma que este autor encontró para sortear esas dificultades fue volcarse de una forma casi compulsiva en sus últimos años de vida a la circulación de sus obras por internet. Ensayos, poemas, opiniones políticas, opúsculos, una página personal y la participación en revistas electrónicas acentuaron su confinamiento que fue acentuándose en estos últimos años. 

Un día de enero de 2.014 lo encontraron sin vida en su departamento. Un poeta que dejó una gran obra aún por publicarse y analizarse, que había jurado no morir sin hacer una película (el cine era una de sus grandes pasiones) y que siempre creyó en la capacidad del arte para unir lo sagrado y lo profano. Unos años antes en su poema "El final", cuando hablaba del ominoso momento, sentenciaba su búsqueda estética en dos líneas: "Solo busqué  el pistilo que existe en las ideas, / —breves estalactitas—  negro fuego". El pistilo es a la vez belleza y reproducción, creación, en las plantas. Vaya si creo el poeta loretano, dueño de un árbol que ya muerto aún tiene muchas ramas por florecer.

martes, 16 de febrero de 2016

1- Martín Alvarenga


Tal vez a muchos de ustedes hayan leído una infinidad de veces esta máxima escandalosamente correntina que está grabada en el mural de Plaza Italia:


¿Quién es ese escritor que afirma con semejante desparpajo algo que - visto aislado de su contexto - alimenta el ego del correntino hasta el infinito? un escritor que aún escribe, que aún produce nuevas ideas y que aún nos tiene prometidas un par de obras fundamentales que en cualquier momento llegarán. Un escritor que a punto estuvo de ser devorado por la ciudad en la que "Dios atiende" como dice el dicho popular, pero que eligió volver a brillar o ser sombra en su provincia natal.

Martín Alvarenga a los 27 años


El Martín Alvarenga que se fue a los veintisiete años a Buenos Aires probablemente no tuviera pensado volver algún día a Corrientes. Con un libro editado (Catarsis, 1968) y muchos poemas en carpeta, con publicaciones en revistas de Buenos Aires y La Plata, y sobre todo con el premio de poesía de la revista Macedonio, Alvarenga iniciaba una larga trayectoria literaria que estaría dominada en esta primer etapa por la poesía. Sus primeros cinco libros así lo demuestran. Tras la edición en 1971 de los Poemas ganadores por Ediciones de Macedonio, publicaría con la editorial Carlos Lolhé dos libros más continuando esa frecuencia trianual: en 1974 Drogados por la luz y en 1977 Cantando como si naciera.

 


Durante ese lapso de tiempo también se daría una maduración y cambio de rumbo en su poética, que se volvería menos metafísica y mas intuitiva; atravesada por sus lecturas y relaciones con la poesía beat, el movimiento ecologista, el rock nacional emergente, la contracultura setentista, la mitología latinoamericana, Alvarenga profundizaría con sus publicaciones en las revistas Contracultura, Mutantia Eco Contemporáneo en el encuentro de una mirada holística, panóptica, que excedía a la simple cosmovisión occidental. Al integrar en su obra desde los antiguos cantos de los guaraníes a la filosofía zen, de Arguedas al bebop del jazz, Martín Alvarenga trata de convertir a la poesía en su modo de sobrevivir no sólo a Buenos Aires, sino al peso de toda la civilización occidental:

es violenta esta ciudad
es duro el rostro el brazo tenso
sin la canción no se anda
dijo el viejo Whitman
y dijeron otros que cantaron y amaron
a pesar de los golpes
doloroso es el camino
y los poetas andan lo mismo
alegres al fin
y aman y se acercan a la ribera
a pesar del cobalto y las llamas
llegan al agua
bautizan la boca
persignan las manos
dudan y tienen fe
y aflojan los dedos para acariciar
                                       una cara llagada

(en Drogados por la luz)

En otro extenso poema de Cantando como si naciera ("Misión silábica"), dice que "podría contar una historia con miles y miles de pedazos de poesía"; y esto es importante pues aún en su narrativa posterior nunca dejará de estar atravesado por el poeta que no se preocupa tanto por la narración sino más por la reflexión, la pregunta sobre el ser hombre, latinoamericano, occidental y, sobre todo, correntino:

mi país es la piedad revolucionaria el universo andante
la mano alzada desde el rancho hacia el fuego
                         y los jejenes zumbadores
(...)
mi país adolescente o continente niño capa geológica descolgada de su germen
mate cocido o recrudecido yerba colosal y colérica
(..)
mi provincia bordalesa con alas reavivada en el verano por brujos que andan con un racimo de lagunas ojudas o místicos anónimos que se mueven como astros
(...)
sábalos bogas rayas y palometas masticadoras viajan cimarronamente intuyen el viento norte como una renovación de las aguas
en un junquerío en un Panal de Hierbas hay hoyuelos donde Ñanderú vuelca el agua para que nazcan lagunas
soy uno de sus ciervos un alfarero que toma manojos de cielo y barro
un solitario apareado con mi sitio hasta los orígenes: iluminado enterrado y recontrarrenacido
(...)
el Paraná es un sancho panza y un tupí y un buda un samurai con escamas y un crucifijo una honda que apunta a la curva del sol y deja escapar un semen todopoderoso
(...)
mi País Adolescente mi barrio mi aldea la luz de la siesta sin orificio de salida
mi tribu en penumbra a la que abrazo con mi desesperación o mi euforia o mi triunfo o mi protección
PODEROSO ESTADO SOLAR o poderosa Civilización de Luna Llena mordida por un cielo arrancador de vírgenes
herencia instintiva bajo el cuero de las tierras bajas hacia el mundo de afuera por rabia y acumulación
PAÍS SABIO torturado amasijado primitivamente

("Corrientes", en Cantando como si naciera)

Luego de esa experiencia porteña de 13 años, un día pegó la vuelta. No sólo traía su gran producción poética a cuestas (la que siguió creciendo en 1984 con Flotilla de fábulas, que ganaría el Premio de la Subsecretaría de Cultura de Nación para la región NEA) sino que la génesis de un Alvarenga narrador estaba gestándose, y con ella una nueva aventura literaria aún no concluida: la saga Travesura Fantástica. En principio planteada como una trilogía de novelas, tras la publicación en 1986 de La bolsa de los magos y en 1988 de País alucinógeno (novela con la que Alvarenga siguió con su mala costumbre de ganar premios, esta vez el del Fondo Nacional de las Artes) se colaría dentro de esta saga un libro de cuentos: Los fantacuentos, que verían la luz recién en 1998 más por razones coyunturales que literarias (entre medio de ambos libros hubieron dos fenómenos por todos conocidos llamados hiperinflación y menemismo). Con ello la saga continúa hasta el día de hoy abierta, pues la novela de culminación prometida se ha desdoblado en dos novelas aún inéditas.



En esta saga Alvarenga se propuso plantear la dupla semántica identidad/otredad en cuanto al ser y el sentir del hombre latinoamericano y subtropical. No hay que ser muy sagaz para identificar el aluvión de elementos autobiográficos que el personaje (Martín Alves) desarrolla en los tres libros, junto con sus experiencias y reflexiones, y la irrupción de un personaje ("Azafrán Galaxia") que tiene algo de Pombero y de guía. La saga comienza en La bolsa de los magos con la vuelta de Martín Alves a Corrientes, su reencuentro en la terminal con el mundo y el hombre correntino, con el paisaje atronador por lo vegetal:

"Yo pensaba y pensaba que allí estaba la utopía. Cuando una tierra es luminosa y su vegetación lastima la memoria, uno empieza a pensar que nació en un lugar donde los dioses empezaron a hacer el mundo y acaso el universo" . (pág. 11)

Pero la mirada de este "regresado" es una mirada crítica, encandilada por aquello que es invisible a los ojos del que nunca ha marchado de Corrientes, pero al mismo tiempo desnuda hacia las prácticas políticas y sociales que considera estigmas:

"Hice un recorrido y advertí dos banderas haciendo equis sobre una pared lateral. Una azul y la otra bordó, símbolo feudal de una ideología afincada en la ignorancia y en la pobreza de Corrientes" (pág. 38)

"Tengo tantas cosas que decir tantas cosas que hacer tantas cosas que hace mucho he dejado de decir por distintos motivos personales y sociales por carencias mías por presión del medio cuando un poeta no se aviene a engorrosas camarillas" (pág. 242)

El devenir de ambas novelas atraviesa dos espacios geográficos definidos (Corrientes-Buenos Aires) en donde es acompañado de su amigo Ricky y un conjunto de mujeres (femme fatales y sumisas, sabinas las llama Alves), y un espacio mental, de introspección, en el que el duende Azafrán Galaxia hace de "piloto de tormentas". Y esa búsqueda que ahonda en País Alucinógeno nos pasea por la mente de Martín Alves hasta el origen de su escritura:

"Cuando tuviste que dejar por primera vez tu aldea perdiste las palabras te quedaste mudo en relación a tu lenguaje original no podías escribir sufrías porque no tenías con qué expresarte eras un huérfano lingüístico un huérfano de tu propia alma te habías desgarrado y fisurado el numen que se estacionaba en el sótano de tu interioridad había que renovar las palabras es decir la circulación de tu sangre en aquel primer cambio que habías vivenciado entre el miedo y el deleite sentiste un mareo en la ciudadela cuando perseguías el lenguaje en un intento de engordar la escritura con la vida el pensamiento debía ser traducido en palabras vivas no había otra." (págs. 71-72)

Y en esa búsqueda en que añora y desprecia Buenos Aires pero ama y desprecia su aldea finalmente Martín Alves encuentra la manera de vivir y escribir desde su patria chica:

"- Traté de ver el lado positivo de Corrientes - sugería Martín Alves
- ¿Qué lado positivo?
- Cómo es este pueblo. Tenemos que verlo desde el lado de la cultura marginal. Esa que no está en los libros, salvo en los de antropología. Ellos tienen su propia cultura. Sus mitos, sus leyendas, sus hábitos, hasta su tipo de alimentación a pesar de su pobreza. Su forma de pensar, su música y hasta ¿cómo decirte?, su humor, su locura.
- Pero hay mucha superstición, Martín.
- Lo que vos llamás superstición lo recibiste como herencia de los elitistas. No es superstición, querida. Es sabiduría popular. Pensalo bien, vas a ver" (pág. 89)




El viaje por esta saga es así un viaje por Corrientes, por la mirada desde dentro y desde fuera de la sociedad en la que se inserta y se corre todo el tiempo, siempre al borde. Y entre tanta reflexión se cuelan divertidas escenas de un autor intentando editar su libro y encontrándose siempre con la figura del editor que impone condiciones y encuentra peros a la obra, además de una muy densa carga de erotismo, una eroticidad que excede a las personas y las cosas, que está en las relaciones de todos los hombres y mujeres, un erotismo no occidental, esto es, reducido a la cópula; sino pleno, sensorial, constructivo. La saga, sin embargo, deja muchas ideas sin concluir y que, esperemos, hallen su pronta respuesta en la edición de las dos novelas que la concluirán.

Señalé que hubo un largo parate en la saga Travesura Fantástica que duró diez años. De cualquier manera, Alvarenga se las ingenió para seguir editando en ese período: en 1994 publicaría el ensayo "La erótica anda suelta" en una compilación de estudios sobre el ser latinoamericano, en el mismo año el poemario Imaginero cosmológico (que en mi caso resultó ser el "rito de iniciación" a la literatura correntina) y además, junto a otros tres escritores correntinos (tres "pesos pesados" de la literatura provincial sobre los que ya escribiremos: Luis Ángel Llarens, Darío Schvetz y Marily Morales Segovia) publicó Cuentos duros (1996) y Nuevos cuentos duros (1998).



En lo que llevamos del actual siglo, Alvarenga ha publicado en volumen ocho libros, además de reeditar Flotilla de fábulas en 2008. Digo en volumen porque - retomando una tradición que nos remonta los orígenes de la novela moderna cuando los periódicos demandaban las obras de Sue, de Dickens, de Dumas y en caso argentino de Mármol - hace algunos años que ha decidido publicar sus libros por entregas semanales en diferentes periódicos correntinos, además de presentar muchas de sus obras directamente en las redes sociales. A esta multiplicidad de formatos se le suma la multiplicidad de obras en todos los grandes géneros literarios: dos libros de poesías (La desnudez desnuda del poema en 2004 y Vuelo chamánico en 2008), dos de cuentos (Cuentos para romper el molde en 2012 y Cuento en tiempo de descuento en 2013), una obra de teatro (Dios juega a la ruleta rusa en 2010) y dos ensayos que, nuevamente, enlazan una obra concatenada en trilogía aún no concluida: Latinoamérica comienza en Corrientes en 2001 y Sabiduría melódica del trópico sur en 2010.

  

Gran parte de estos libros más recientes retoman las líneas que desde el 84 hacia aquí atraviesan su poética; los personajes son muchas veces mujeres que callan (como las cautivas correntinas en el cuento "Prisioneras de guerra" o la del monólogo de la mujer maltratada física y mentalmente en su opera prima teatral), sus obras ensayísticas atraviesan el ser correntino, el exilio, el arte poética, la obra de otros escritores correntinos y también, inevitablemente, el chamamé:

"Se constituye en el registro, en la documentación sonora del hombre y del paisaje, de la gestación y el duelo, del mito, de la memoria colectiva y de la mente universal del hombre correntino, heredero del pensamiento salvaje y sabio de la mentalidad guaraní.
Pero sobre todo el chamamé es juego y juguete. Juguete porque es un instrumento de creación y juego por ser la creación misma desatada por la imaginación, imaginación compartida y que se encarna en el hacer música y en el escuchar, en generar propuestas de ritmo, de melodía, armonía y canto para bailar. El chamamé entonces es energía, contagio y retorno, es fantasía que melodiza la vida en huellas acústicas de música y de palabras, de murmullos y silencios." ("El chamamé es un juguete metafísico", en Latinoamérica comienza en Corrientes).

Este autor que vimos es Martín Alvarenga. La próxima vez que pasen por Plaza Italia y vean el mural con la tan mentada frase, sepan que detrás de ella hay un hombre que aún escribe, que aún está por darnos magia y poesía, y que aún reflexiona sobre esa contradictoria forma de amar y odiar eso que constituye el ser correntino.


domingo, 14 de febrero de 2016

Preludio


Ya el escritorio está listo para empezar a desandar este camino elegido.

Hay un chamamé de Rodolfo "Bodoque" Regúnaga llamado "Cantor de mi tierra" que siempre me gustó, sobre todo sus primeras estrofas y estribillo, pues canta y describe el instante anterior a la expresión artística:

Se encienden las luches, llora la acordeona; se afirman mis dedos en el diapasón.
La raza me crece desde las entrañas, y cuelgo en la noche mi primer canción.
La gente me mira con cierta ternura: yo soy uno de ellos que se hizo cantor;
Pensarán seguro que estaré nervioso... y es cierto chamigo, grande es mi emoción.

Porque entrecerrando los ojos, por entre las lágrimas veo
aquí a mi derecha a Ernesto Montiel;
en un tome y traiga con Cocomarola
mi voz no está sola y canto mejor...
se asienta en los bajos de una verdulera
dormida en las manos de don Tarragó.


Yo, en las vísperas de empezar a publicar estos artículos sobre la literatura correntina, me encuentro en idéntica situación que Rodolfo: aquí, expuesto a las miradas de todos, a las críticas, a los errores que pudiera cometer, a las injusticias que con mi impericia o desconocimiento pueda realizar hacia los autores de la provincia que tanto amo. Y sin embargo, igual escribo; parafraseando al chamamé: yo soy uno de ellos que se hizo escritor, y a mi derecha en esta pila de libros que me rodea veo a Pisarello, a Muniagurria, a Odín Fleitas, a Francisco Madariaga, a Girala, a Marily, a Marta de Paris... 

Mi voz no está sola, mi lapicera tampoco. Así que escribo, porque - bien o mal - a las palabras no se las lleva el viento; mis ideas y mis lecturas no sirven si me las guardo, si no comparto con ustedes este vasto acervo que el tiempo amontonó frente a mis ojos. La de Corrientes es una inmensa cultura oral que tiene sólo una "punta de iceberg" a la vista. 

Y la literatura en especial. Hace quince años yo conocía apenas un par de autores. Luego, una media docena. Hace dos o tres años unos sesenta, todos del siglo XX: Hoy alrededor de 150, que han publicado en Corrientes desde 1850 o en Buenos Aires, Santa Fe, México, España. Por eso escribo, porque seguro hay otro yo leyéndome que no conoce aún ninguno, o conoce a muy pocos. Y puesto que es poco probable que el mercado editorial se interese por publicarlas nuevamente, al menos desde la democracia de las redes las volveremos a reeditar.

Que sus obras circulen así, hechas tinta suelta en internet, hasta encontrar sus improbables lectores. O como dice mucho mejor que yo el queridísimo Cacho González Vedoya:

Quiero que mi palabra no caiga
que vuele, como un pájaro gozoso
Que no se oculte en el silencio
Que traspase mi tiempo
Quiero que mi palabra calme la sed
brille en la oscuridad
Quiero que mi palabra no caiga
pero si llegara a caer
germine



martes, 9 de febrero de 2016

El nacimiento de un lector

¿Por qué autor voy empezar a escribir sobre literatura correntina la semana que viene? habiendo tantos criterios posibles (temático, cronológico, alfabético, etc.) decidí apelar a uno absolutamente personal. Martín Alvarenga es el escritor por el que me empecé a interesar en la literatura de Corrientes.

Si bien siempre fui un ávido devorador de cuanto libro cayera en mis manos, durante mis años de formación escolar jamás leí a un escritor correntino, simplemente porque no sabía que existiera alguno. Los docentes que tuve nos mostraron las producciones de los griegos, el Cid y el Quijote, los románticos españoles e ingleses, la novela realista y naturalista, el realismo mágico latinoamericano... todo lo que los programas escolares mandan enseñar como currículum obligatorio o cuerpo de conocimientos básicos. En este cuerpo de conocimientos no se tienen en cuenta a los autores propios de cada región. Para mí la literatura era algo que pasaba en Buenos Aires. Eran los muchachos de Boedo y Florida, el grupo de la revista Sur, los escritores suicidas.

No recuerdo qué mente iluminada me habló de Velmiro Ayala Gauna, "el" escritor correntino según me dijo. Tras leer un par de sus libros creí que la literatura de Corrientes estaba condenada a ser un relato costumbrista, de gauchos y chinas, de tipos que hablan medio en castellano y medio en guaraní, que dicen "haiga" y que hacen alarde de su incultura. Un relato hecho por la gente formada sobre el devenir cuasi animal de la masa inculta. Si eso era la literatura correntina, yo no quería formar parte de ella.

Por aquel entonces yo revolvía los ejemplares de la librería de usados que quedaba a la vuelta de mi casa, por Jujuy. Decir "librería" es una exageración: un garaje atendido - cuando no se quedaba dormido o viajaba (o "viajaba") - por un flaco que le ponía un precio a los libros pero siempre te cobraba menos, y que aconsejaba bastante bien. Entre los muchos ejemplares desparramados en un tablón largo me topé con un tomito: Imaginero cosmológico, de un tal Martín Alvarenga. Lo abrí con desgano buscando los gauchos y el cuchillo y me encontré con un universo cosmogónico absolutamente único, alejado de todos mis prejuicios:

La fuerza del cero



El punto es la huella digital del infinito
la redondez perfecta de la eternidad
el cero es el límite
a partir del cual el silencio
comienza a hablar con los gestos del mimo
y con los ojos burlones de la locura

El cero no resta
el cero acumula
perdiendo todo lo que lleva encima

Su ventaja es la desnudez
la desnudez pura del deseo colmado
del deseo que renuncia
luego de hartarse de beber la vida
con la sed del hombre carenciado

El cero es haberlo perdido todo
y estar frente al horizonte
esperando la salida de un fuego redondo
ese sol que todo lo dice
sin pronunciar palabra

El cero gira sobre sí mismo
y crea el universo

Obviamente agoté una y otra vez las páginas de este poemario; por lo profundo, lo complejo, lo oscuro y lo revelador, pero sobre todo porque para mí fue una demostración de que existía toda una literatura esperándome que yo desconocía, de la que no me habló la escuela y que buscaba su lugar en el universo cultural argentino. Y hasta aquí la anécdota iniciática y el motivo por el que Martín Alvarenga abrirá mi serie en este blog. Le debo el haber encontrado una forma de ser correntino más allá del chamamé y los esteros, integrando dialécticamente tradición y vanguardia. Y ustedes le deben a él que yo hoy esté escribiendo este blog.

Palabras preliminares sobre literatura correntina

¿Puede hablarse de una literatura correntina? ¿es posible escindir la producción literaria de una provincia respecto del país que la integra? o, lo que es más importante aún, ¿es posible hablar de la literatura correntina como algo homogéneo, conformado, con un canon, sus escritores reconocidos y malditos, sus arrabales, sus luchas dialécticas, generacionales? quizás estas son preguntas que nunca se terminan de contestar del todo, y que tampoco nunca terminan de enunciarse de una vez y para siempre. Pero es bueno hacerlas, empezar a plantear la posibilidad de que vislumbren una mirada más crítica sobre el asunto.

Crítica. Palabra con mala fama. Agresiva y torpe, pero necesaria. Muchas veces he notado que a los lectores y escritores del NEA nos cuesta criticar a nuestros colegas, quizás por el conocimiento de la complejísima tarea que es editar en nuestras provincias. Pero, a pesar de ello, es necesaria una sincera operación crítica para mejorarnos, profundizar nuestra manera de leer, de entender y de producir. La crítica como una construcción superadora, no como un despedazamiento de la obra y el autor. Eso, ese compromiso y esa incómoda actitud, van a tratar de vislumbrarse en mis textos. Repito: no me es fácil escribir sobre literatura correntina, y mucho menos de forma crítica. Pero valga el intento en afán de complementar cierto silencio que nos aqueja. 

La literatura en Corrientes tiene no menos de 200 años, aunque muchos crean y piensen que más allá de la década de 1940 sólo hay "manchones" de libros sueltos. Desde que la primer imprenta adquirida por Pedro Ferré en 1824 empezara a publicar periódicos en la capital correntina, la poesía empezó a colarse en sus hojas. Poesía política, es cierto, pero en los inicios del quehacer literario la separación entre campo de poder y campo intelectual era nula (aún hoy... ¿existe en Corrientes tal separación?). Y ello sin contar los textos que circulaban en manuscritos y que se volcaban en diarios personales. 

Contar una historia de la literatura en Corrientes me es imposible sin duda: es un trabajo que alguna vez entre muchas personas tendremos que hacer. Pero contar y mostrar la obra de sus numerosísimos escritores es un deber cívico que tarde o temprano debe iniciarse, y que no debe agotarse - como hacen muchos autores - en biografía y antología, sino también en la crítica, no la benevolente crítica de amigo ni la maliciosa crítica del envidioso, sino un trabajo riguroso, pausado, que enriquezca la lectura de las obras. 

Estos son entonces mi compromiso y mi propuesta. Ojalá podamos atravesar algunos de los textos que tanto me han costado encontrar y que trataré de poner en comunidad. Gracias desde ya por acompañarme - críticamente espero - en este viaje.