martes, 16 de febrero de 2016

1- Martín Alvarenga


Tal vez a muchos de ustedes hayan leído una infinidad de veces esta máxima escandalosamente correntina que está grabada en el mural de Plaza Italia:


¿Quién es ese escritor que afirma con semejante desparpajo algo que - visto aislado de su contexto - alimenta el ego del correntino hasta el infinito? un escritor que aún escribe, que aún produce nuevas ideas y que aún nos tiene prometidas un par de obras fundamentales que en cualquier momento llegarán. Un escritor que a punto estuvo de ser devorado por la ciudad en la que "Dios atiende" como dice el dicho popular, pero que eligió volver a brillar o ser sombra en su provincia natal.

Martín Alvarenga a los 27 años


El Martín Alvarenga que se fue a los veintisiete años a Buenos Aires probablemente no tuviera pensado volver algún día a Corrientes. Con un libro editado (Catarsis, 1968) y muchos poemas en carpeta, con publicaciones en revistas de Buenos Aires y La Plata, y sobre todo con el premio de poesía de la revista Macedonio, Alvarenga iniciaba una larga trayectoria literaria que estaría dominada en esta primer etapa por la poesía. Sus primeros cinco libros así lo demuestran. Tras la edición en 1971 de los Poemas ganadores por Ediciones de Macedonio, publicaría con la editorial Carlos Lolhé dos libros más continuando esa frecuencia trianual: en 1974 Drogados por la luz y en 1977 Cantando como si naciera.

 


Durante ese lapso de tiempo también se daría una maduración y cambio de rumbo en su poética, que se volvería menos metafísica y mas intuitiva; atravesada por sus lecturas y relaciones con la poesía beat, el movimiento ecologista, el rock nacional emergente, la contracultura setentista, la mitología latinoamericana, Alvarenga profundizaría con sus publicaciones en las revistas Contracultura, Mutantia Eco Contemporáneo en el encuentro de una mirada holística, panóptica, que excedía a la simple cosmovisión occidental. Al integrar en su obra desde los antiguos cantos de los guaraníes a la filosofía zen, de Arguedas al bebop del jazz, Martín Alvarenga trata de convertir a la poesía en su modo de sobrevivir no sólo a Buenos Aires, sino al peso de toda la civilización occidental:

es violenta esta ciudad
es duro el rostro el brazo tenso
sin la canción no se anda
dijo el viejo Whitman
y dijeron otros que cantaron y amaron
a pesar de los golpes
doloroso es el camino
y los poetas andan lo mismo
alegres al fin
y aman y se acercan a la ribera
a pesar del cobalto y las llamas
llegan al agua
bautizan la boca
persignan las manos
dudan y tienen fe
y aflojan los dedos para acariciar
                                       una cara llagada

(en Drogados por la luz)

En otro extenso poema de Cantando como si naciera ("Misión silábica"), dice que "podría contar una historia con miles y miles de pedazos de poesía"; y esto es importante pues aún en su narrativa posterior nunca dejará de estar atravesado por el poeta que no se preocupa tanto por la narración sino más por la reflexión, la pregunta sobre el ser hombre, latinoamericano, occidental y, sobre todo, correntino:

mi país es la piedad revolucionaria el universo andante
la mano alzada desde el rancho hacia el fuego
                         y los jejenes zumbadores
(...)
mi país adolescente o continente niño capa geológica descolgada de su germen
mate cocido o recrudecido yerba colosal y colérica
(..)
mi provincia bordalesa con alas reavivada en el verano por brujos que andan con un racimo de lagunas ojudas o místicos anónimos que se mueven como astros
(...)
sábalos bogas rayas y palometas masticadoras viajan cimarronamente intuyen el viento norte como una renovación de las aguas
en un junquerío en un Panal de Hierbas hay hoyuelos donde Ñanderú vuelca el agua para que nazcan lagunas
soy uno de sus ciervos un alfarero que toma manojos de cielo y barro
un solitario apareado con mi sitio hasta los orígenes: iluminado enterrado y recontrarrenacido
(...)
el Paraná es un sancho panza y un tupí y un buda un samurai con escamas y un crucifijo una honda que apunta a la curva del sol y deja escapar un semen todopoderoso
(...)
mi País Adolescente mi barrio mi aldea la luz de la siesta sin orificio de salida
mi tribu en penumbra a la que abrazo con mi desesperación o mi euforia o mi triunfo o mi protección
PODEROSO ESTADO SOLAR o poderosa Civilización de Luna Llena mordida por un cielo arrancador de vírgenes
herencia instintiva bajo el cuero de las tierras bajas hacia el mundo de afuera por rabia y acumulación
PAÍS SABIO torturado amasijado primitivamente

("Corrientes", en Cantando como si naciera)

Luego de esa experiencia porteña de 13 años, un día pegó la vuelta. No sólo traía su gran producción poética a cuestas (la que siguió creciendo en 1984 con Flotilla de fábulas, que ganaría el Premio de la Subsecretaría de Cultura de Nación para la región NEA) sino que la génesis de un Alvarenga narrador estaba gestándose, y con ella una nueva aventura literaria aún no concluida: la saga Travesura Fantástica. En principio planteada como una trilogía de novelas, tras la publicación en 1986 de La bolsa de los magos y en 1988 de País alucinógeno (novela con la que Alvarenga siguió con su mala costumbre de ganar premios, esta vez el del Fondo Nacional de las Artes) se colaría dentro de esta saga un libro de cuentos: Los fantacuentos, que verían la luz recién en 1998 más por razones coyunturales que literarias (entre medio de ambos libros hubieron dos fenómenos por todos conocidos llamados hiperinflación y menemismo). Con ello la saga continúa hasta el día de hoy abierta, pues la novela de culminación prometida se ha desdoblado en dos novelas aún inéditas.



En esta saga Alvarenga se propuso plantear la dupla semántica identidad/otredad en cuanto al ser y el sentir del hombre latinoamericano y subtropical. No hay que ser muy sagaz para identificar el aluvión de elementos autobiográficos que el personaje (Martín Alves) desarrolla en los tres libros, junto con sus experiencias y reflexiones, y la irrupción de un personaje ("Azafrán Galaxia") que tiene algo de Pombero y de guía. La saga comienza en La bolsa de los magos con la vuelta de Martín Alves a Corrientes, su reencuentro en la terminal con el mundo y el hombre correntino, con el paisaje atronador por lo vegetal:

"Yo pensaba y pensaba que allí estaba la utopía. Cuando una tierra es luminosa y su vegetación lastima la memoria, uno empieza a pensar que nació en un lugar donde los dioses empezaron a hacer el mundo y acaso el universo" . (pág. 11)

Pero la mirada de este "regresado" es una mirada crítica, encandilada por aquello que es invisible a los ojos del que nunca ha marchado de Corrientes, pero al mismo tiempo desnuda hacia las prácticas políticas y sociales que considera estigmas:

"Hice un recorrido y advertí dos banderas haciendo equis sobre una pared lateral. Una azul y la otra bordó, símbolo feudal de una ideología afincada en la ignorancia y en la pobreza de Corrientes" (pág. 38)

"Tengo tantas cosas que decir tantas cosas que hacer tantas cosas que hace mucho he dejado de decir por distintos motivos personales y sociales por carencias mías por presión del medio cuando un poeta no se aviene a engorrosas camarillas" (pág. 242)

El devenir de ambas novelas atraviesa dos espacios geográficos definidos (Corrientes-Buenos Aires) en donde es acompañado de su amigo Ricky y un conjunto de mujeres (femme fatales y sumisas, sabinas las llama Alves), y un espacio mental, de introspección, en el que el duende Azafrán Galaxia hace de "piloto de tormentas". Y esa búsqueda que ahonda en País Alucinógeno nos pasea por la mente de Martín Alves hasta el origen de su escritura:

"Cuando tuviste que dejar por primera vez tu aldea perdiste las palabras te quedaste mudo en relación a tu lenguaje original no podías escribir sufrías porque no tenías con qué expresarte eras un huérfano lingüístico un huérfano de tu propia alma te habías desgarrado y fisurado el numen que se estacionaba en el sótano de tu interioridad había que renovar las palabras es decir la circulación de tu sangre en aquel primer cambio que habías vivenciado entre el miedo y el deleite sentiste un mareo en la ciudadela cuando perseguías el lenguaje en un intento de engordar la escritura con la vida el pensamiento debía ser traducido en palabras vivas no había otra." (págs. 71-72)

Y en esa búsqueda en que añora y desprecia Buenos Aires pero ama y desprecia su aldea finalmente Martín Alves encuentra la manera de vivir y escribir desde su patria chica:

"- Traté de ver el lado positivo de Corrientes - sugería Martín Alves
- ¿Qué lado positivo?
- Cómo es este pueblo. Tenemos que verlo desde el lado de la cultura marginal. Esa que no está en los libros, salvo en los de antropología. Ellos tienen su propia cultura. Sus mitos, sus leyendas, sus hábitos, hasta su tipo de alimentación a pesar de su pobreza. Su forma de pensar, su música y hasta ¿cómo decirte?, su humor, su locura.
- Pero hay mucha superstición, Martín.
- Lo que vos llamás superstición lo recibiste como herencia de los elitistas. No es superstición, querida. Es sabiduría popular. Pensalo bien, vas a ver" (pág. 89)




El viaje por esta saga es así un viaje por Corrientes, por la mirada desde dentro y desde fuera de la sociedad en la que se inserta y se corre todo el tiempo, siempre al borde. Y entre tanta reflexión se cuelan divertidas escenas de un autor intentando editar su libro y encontrándose siempre con la figura del editor que impone condiciones y encuentra peros a la obra, además de una muy densa carga de erotismo, una eroticidad que excede a las personas y las cosas, que está en las relaciones de todos los hombres y mujeres, un erotismo no occidental, esto es, reducido a la cópula; sino pleno, sensorial, constructivo. La saga, sin embargo, deja muchas ideas sin concluir y que, esperemos, hallen su pronta respuesta en la edición de las dos novelas que la concluirán.

Señalé que hubo un largo parate en la saga Travesura Fantástica que duró diez años. De cualquier manera, Alvarenga se las ingenió para seguir editando en ese período: en 1994 publicaría el ensayo "La erótica anda suelta" en una compilación de estudios sobre el ser latinoamericano, en el mismo año el poemario Imaginero cosmológico (que en mi caso resultó ser el "rito de iniciación" a la literatura correntina) y además, junto a otros tres escritores correntinos (tres "pesos pesados" de la literatura provincial sobre los que ya escribiremos: Luis Ángel Llarens, Darío Schvetz y Marily Morales Segovia) publicó Cuentos duros (1996) y Nuevos cuentos duros (1998).



En lo que llevamos del actual siglo, Alvarenga ha publicado en volumen ocho libros, además de reeditar Flotilla de fábulas en 2008. Digo en volumen porque - retomando una tradición que nos remonta los orígenes de la novela moderna cuando los periódicos demandaban las obras de Sue, de Dickens, de Dumas y en caso argentino de Mármol - hace algunos años que ha decidido publicar sus libros por entregas semanales en diferentes periódicos correntinos, además de presentar muchas de sus obras directamente en las redes sociales. A esta multiplicidad de formatos se le suma la multiplicidad de obras en todos los grandes géneros literarios: dos libros de poesías (La desnudez desnuda del poema en 2004 y Vuelo chamánico en 2008), dos de cuentos (Cuentos para romper el molde en 2012 y Cuento en tiempo de descuento en 2013), una obra de teatro (Dios juega a la ruleta rusa en 2010) y dos ensayos que, nuevamente, enlazan una obra concatenada en trilogía aún no concluida: Latinoamérica comienza en Corrientes en 2001 y Sabiduría melódica del trópico sur en 2010.

  

Gran parte de estos libros más recientes retoman las líneas que desde el 84 hacia aquí atraviesan su poética; los personajes son muchas veces mujeres que callan (como las cautivas correntinas en el cuento "Prisioneras de guerra" o la del monólogo de la mujer maltratada física y mentalmente en su opera prima teatral), sus obras ensayísticas atraviesan el ser correntino, el exilio, el arte poética, la obra de otros escritores correntinos y también, inevitablemente, el chamamé:

"Se constituye en el registro, en la documentación sonora del hombre y del paisaje, de la gestación y el duelo, del mito, de la memoria colectiva y de la mente universal del hombre correntino, heredero del pensamiento salvaje y sabio de la mentalidad guaraní.
Pero sobre todo el chamamé es juego y juguete. Juguete porque es un instrumento de creación y juego por ser la creación misma desatada por la imaginación, imaginación compartida y que se encarna en el hacer música y en el escuchar, en generar propuestas de ritmo, de melodía, armonía y canto para bailar. El chamamé entonces es energía, contagio y retorno, es fantasía que melodiza la vida en huellas acústicas de música y de palabras, de murmullos y silencios." ("El chamamé es un juguete metafísico", en Latinoamérica comienza en Corrientes).

Este autor que vimos es Martín Alvarenga. La próxima vez que pasen por Plaza Italia y vean el mural con la tan mentada frase, sepan que detrás de ella hay un hombre que aún escribe, que aún está por darnos magia y poesía, y que aún reflexiona sobre esa contradictoria forma de amar y odiar eso que constituye el ser correntino.


2 comentarios:

  1. Celebro por este proyecto ambicioso de Facundo Binda, que se manifiesta en codificar - a través de su visión del mundo y sus procedimientos -la existencia ya ineludible e incontrovertible de una literatura en Corrientes. Puedo inferir, por lo que he leído y platicado con él, que orienta su accionar en concebir y vertebrar una estructura a nuestra tradición e innovación del pensamiento y la palabra, en procura de develar los secretos semánticos del misterio correntino. En este apresurado y lacónico comentario no puede dejar de decir "Gracias por la parte que a mí me toca y me compromete", al sentirme parte de este proceso que nos ayuda a iluminarnos ante nuestras nuestras dudas y certezas en la realización de nuestro destino como comunidad tanto pragmática como utópica. (Martín Alvarenga)


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  2. hace un tiempo encontré una cita de él, razon por cual hoy llegué a este post:

    Ya no estamos aislados del mundo. Ahora más que nunca no somos puros.
    Martín Alvarenga (escritor correntino).

    Me parece muy significativa para lo que los latinoamericanos vivimos hoy en día, sobre todo a partir de 2016, acá en Argentina.

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