lunes, 29 de agosto de 2016

11- Franklin Rúveda

Franklin Rúveda es un escritor de esos que muchos llaman "el más grande poeta de Corrientes"; y si bien creo que no es posible establecer de una vez y para siempre semejante afirmación en una tierra tan fecunda en poetas - nombro sólo a la pasada a Madariaga, Folguerá, Sosa Cordero, Alvarenga, Portela, González Vedoya, Godoy Cruz, David Martínez y un largo etcétera - tampoco creo que sea útil recortar un único exponente en una literatura que ha cambiado tanto en los diferentes períodos históricos. Pero es innegable que su nombre ha pasado a formar parte del acervo literario correntino por peso propio, y en este sentido indagaremos en la obra de este escritor que supo sentar las bases de una tipología humana particular.



Franklin Rúveda nació un 14 de diciembre de 1914 en la ciudad de Corrientes, y allí vivirá y realizará su formación básica primero en la Escuela Belgrano y luego en el Colegio Nacional, para partir a los 18 años a Rosario para cursar los estudios superiores. El encuentro con esta ciudad - que junto con Buenos Aires, Santa Fe y La Plata concentrará a los estudiantes correntinos - es el encuentro con un conjunto de expresiones artísticas que lo llevarán a indagar profundamente sobre la soledad del hombre en la multitud, sobre la búsqueda de la propia voz, sobre el sentido del individuo en la ciudad cosmopolita. Esto empezará a madurar y se volcará en los dos primeros poemarios de Rúveda, al tiempo que otra voz, la del terruño, buscará también afirmarse.

Por ello es que podemos separar la obra de Franklin Rúveda en tres momentos: la etapa rosarina (1943-1959), la etapa correntina (1959-1982) y la etapa póstuma (1991 y 2010). De la primer etapa serán los poemarios La piedra y el musgo (1949), Pausa (1952) y un libro que si bien temporalmente se ubica en este período, bien podría pertenecer a su segunda etapa: Regreso a Corrientes (1952, con una segunda edición en 1971 y una tercera en 1981). 



En el año 1959 Rúveda volverá a Corrientes pero ello no significa que claudique en su carrera como escritor, sino más bien lo contrario: la fase formativa ha acabado y a una activa labor periodística en diferentes medios sumará su participación en la fundación de la SADE de Corrientes, de la que años más tarde será presidente. Continuando con la temática de su anterior libro, en esta etapa publicará Contorno correntino (1972) y Corrientes, mapa de latidos (1975). Un par de años más tarde recibirá el premio Puente General Belgrano y se editará una Antología de su obra (1978), donde además el autor dejará asentada su posición acerca del proceso creativo.

Franklin Rúveda fallecerá en la ciudad que lo vio nacer un 17 de julio de 1982, dejando mucho material sin editar, parte del cual cobrará cuerpo en dos obras póstumas: Antiguo espejo, ciudad vivida (1991), que será editado en la ciudad de Rosario por el Círculo de Residentes Correntinos y Fisonomía de Corrientes (2010), que se publicará en su ciudad natal.

La primer etapa de producción de Franklin Rúveda es la menos conocida de todas; los poemas de La piedra y el musgo y Pausa han sido dejados de lado como ejercicios de maduración creativa, idea en la que quizás influyó la lectura que hizo Ranalletti en Historia de una pasión correntina, la dificultad para encontrar estos ejemplares o quizás por ser los menos "localistas" de sus libros. Despojados de estas lecturas, creo que es sano volver a revisitarlos para evaluar por nosotros mismos qué del gran poeta correntino hay en esas obras.



En La piedra y el musgo hay una metáfora inicial que propone el autor, y es la de que el musgo es en la piedra poesía, lo que da vida y color al ser inerte sobre el que se posa. A partir de ese envolver que vitaliza y embellece, despliega un puñado de poemas sobre el amor, sobre el sentido de la existencia, sobre la soledad del individuo. De un individuo que, aunque ha partido de su tierra, sueña con su "Regreso" cada instante:

Me despoblé de voces
sobre un clamor de manos
y olear borrascoso de banderas.
Me vacié de pájaros y de granos
y se anegó en turbión mis sementeras.
Me fui lejos de mí,
¡oh, prisionero de antiguas marineras!
el alma transmigrada
sobre mi río inmóvil,
de pie, sobre la margen derribada.
(...)
Vuelvo bogando por el muerto río,
sumergidos los fuegos de la guerra,
a reintegrar los campos a mi cielo
y a ser labriego de mi propia tierra.

Junto con esas profundas cavilaciones aparece una voz que será constante en la poesía de Rúveda; la evocación y canto a la infancia. Poemas como "Canción para la vuelta a la infancia", "Un cuento último para Antonito", "La ronda de Reyes" o "Selva de colores" recorren la mirada virgen, no contaminada de los niños sobre las cosas y objetos, y por ello mismo auténtica; la mirada que aspira tener un verdadero poeta:

(...)
Es que este poeta
se olvidó la risa
señor Juguetero,
y en nube ceniza
tiene la mirada
y en la gama triste
vaga ensimismada.
Color de elegía,
pincel y paleta
de melancolía
(...)
...retoma su frente
el mágico aliño:
¡ya tiene el poeta
sus ojos de niño!

Las voces del agua, de la lluvia y el río, recorren su poemario de punta a punta. El sentido del fluir de un poeta aún en búsqueda de esa mirada madura en donde todo, amor, río, ciudad, pasa y deja huella. Y esa mirada ejemplar encuentra la belleza en "Un árbol" que, aún carcomido, florece:

Este árbol, en cada año se genera
un vivir de estaciones y dolores
También así, como él, ¡quién lo pudiera!,
irse apagando, renovado en flores.



Si en La piedra y el musgo Franklin Rúveda tantea diferentes tonalidades, en Pausa hay una temática central que lo absorbe todo: la búsqueda incesante de su propia voz y mirada. La poesía es un lenguaje anhelado y necesario para encontrar su tono, y eso mismo dice en "Monólogo":

¿Es que valen los versos? ¿De qué sirven?
Yo los necesito, pues no me alcanza el lenguaje cotidiano
para expresar el hallazgo en que me agito.
Son lámparas descubriendo mis rincones,
todo aquello de más íntimo y de propio:
esas mis razones
ese mi camino
por donde a solas me suelto en ocasiones,
a cerciorar lo que resta del destino.

Los poemas así tejen un intricado camino hacia la propia esencia del poeta, atravesado por esa mirada inocente y peregrina, por la mirada de alguien ajeno a la ciudad, que le permite ver el "Parque Norte de Rosario" con ojos azorados ante el humo del tren que llega, ver como "Están pasando los barcos" y viajar imaginariamente en cada uno de ellos, sin dejar de buscar en cada uno de esos instantes "Esa palabra":

No fue nombrada aún, si bien la espero.
Tras la primera letra desvaída
y el germen leve del decir primero,
está aguardando su futura vida.

Así el polen aguarda que la abeja
hacia el fruto lo lleve proseguido,
y el ave, espera, sin la pluma vieja,
que el ala extienda al vuelo retenido.

Tú, harás que un día brote del abismo,
con una clara vibración más alta
y una hondura surgiendo de mí mismo,
esa palabra que aún me falta.

 


La llegada de su tercer libro, Regreso a Corrientes, es la bisagra capital de su poesía. Si pensamos en el contexto de publicación es el último de la etapa rosarina y, al mismo tiempo, si profundizamos en sus temáticas, es el primero de la etapa correntina. Tres veces editado e innumerablemente visitado por músicos y docentes, este ejemplar abunda en una mirada brillante y generosa: es el canto de alegría del poeta que regresa, que descubre las caras y los lugares que siempre habitó pero ahora con los ojos renovados. El río, la mitología correntina, las voces de la infancia correntina y la lengua madre de esta tierra, el guaraní, irrumpen en escena:

Dulce lengua,
ñeé heé,
tierno y tuyo
avá ñeé.
Fiel lenguae
nembaé
que te nombra
mbegüeté.

 


Esa mirada sigue en Contorno Correntino buscando justamente eso, trazar un dibujo que albergue todas las particularidades de esta tierra nueva a sus ojos, nueva a su tono de voz, pero que de antiguo sostiene no sólo mitos y lengua, sino también la injusticia y el sufrimiento de muchos que, como "El cosechero", emigran de ella pues

¡Cosas que tiene la vida!
Lo que su tierra le niega,
tras la frontera del río
el suelo ajeno le entrega.

En esta búsqueda del alma correntina, de las propias particularidades, de dejar estampado de una vez y para siempre el espíritu del individuo y de su tierra, Franklin Rúveda busca en Corrientes, mapa de latidos construir un compendio total; y el poema "Canto a Corrientes" pinta en unos ciento veinte versos la historia y esencia de esta tierra, y la innegable impronta religiosa que la signó desde sus comienzos:

...la patria aún te tiene convocada
para el alma futura de un destino:
sigues guardando en dimensión de canto
el timbre guaraní de lo argentino.

También la refundación de mitos centrales de la provincia (como "Esto que le pasó a Carau") y el hombre de campo, "El vencero", que con su sola imagen se presenta:

Yo soy de Vences,
Vences Rincón.
Y ya está dicha
mi condición.
Desde las botas
hasta el sombrero,
desde el rebenque
hasta el apero,
mis galas dicen
sin discusión
que soy de Vences
Vences Rincón.



Su voz se apagará en un invierno correntino, pero su poesía ha quedado encendida para siempre en la tierra a la que supo volcar en versos por más de cuarenta años.


2 comentarios:

  1. La buena poesía perdura , no tiene vencimiento y siempre está lista para acariciar el alma.

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  2. Es el autor de un poema titulado "sabia clave?

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